domingo, 22 de mayo de 2011

LA ESENCIA POLÍTICA Y JURÍDICA DE LA UE: CUESTIÓN ABIERTA



La generación de la UE, más allá de las adhesiones emocionales, viene generando un continuo problema, a la hora de establecer políticas homologas en todos los países de la Unión, lo que supone la necesaria cesión de soberanía nacional a favor de la UE, no siempre conveniente para los diferentes países miembros. El caso es que tenemos a países como Inglaterra –más pragmático y euroescéptico- que no está integrado en el euro-, y actualmente países como Francia o Dinamarca que pretenden una suspensión del Tratado de Schengen de libre circulación europea, que toman direcciones contrarias a las de la UE, y eso genera la consiguiente crisis política de la Unión.
                Pero además en la presente situación de crisis económica, al tener que llevar una política económica común por razón del euro, resulta que medidas económicas que favorecen a Alemania, perjudican considerablemente a España, Irlanda, Grecia y Portugal. Lo que evidencia la extrema dificultad de insistir en una construcción europea a modo de mosaico de Estados.
                Por consiguiente, antes o después habrá que abordar el espinoso tema de la esencia política y jurídica de la UE. Puesto que en su diseño ha tenido notables tropiezos, especialmente por el revés francés y holandés de la Constitución europea, que llevó a que en el 2007 se promulgara el Tratado de Lisboa (o tratado de reforma de la Unión), que reformaría el Tratado de Maastricht y el de Roma, y que también tuvo un serio revés en el referéndum irlandés, que demoró su entrada en vigor hasta el 1 de diciembre de 2009, siendo sus puntos esenciales: un Presidente del Consejo Europeo, un solo puesto de asuntos exteriores, la Carta de los Derechos Fundamentales, fusión de pilares en una persona,  Consejo Europeo separado, Parlamento con más poderes, permitir el proceso de ampliación, más votaciones por doble mayoría, participación de los parlamentos nacionales, obligación de solidaridad mutua, peticiones ciudadanas, lucha contra el cambio climático, un Fiscal de la UE, un Servicio de Acción Exterior, y cláusula de retirada.
                Sin embargo, la ratificación del Tratado constitutivo, no sólo ha contado con la negativa francesa y holandesa, sino que aún tiene pendiente su ratificación: Inglaterra, Irlanda, Portugal, Polonia, Austria, Dinamarca y Suecia; lo que nos pone de manifiesto la artificiosidad política y jurídica sobre la que se están estableciendo los pilares de la UE, acaso en esa ambigüedad calculada de las relaciones internacionales, pero que cuando se trata de unirse en un destino común y aplicar medidas dictadas desde Bruselas esos artificios muestran sus debilidades constitutivas, como vemos a la hora de autoexcluirse de según qué tipo de políticas comunes.
                Naturalmente eso lleva a la difícil operatividad práctica del discurrir diario de la UE, como una aparente Confederación de Estados, que replica burocracia en forma de euroburócratas y europolíticos, estos últimos sin liderazgo político en la sociedad europea, todo lo cual, unido a las autoexclusiones de políticas comunes, a una “ficta unión”, que se va elaborando de forma sinuosa, con encajes casi artesanales, de gran artificiosidad. Pues la exclusión de países de políticas comunes hace que las relaciones mutuas entre los países miembros se estén desarrollando de forma asimétrica, lo cual no deja de ser un serio inconveniente político de futuro, pues mientras hay Estados “euroconvencidos”, nos encontramos con otros “euroescépticos”, que limitan su contribución a la empresa europea común, lo que finalmente la pone en riesgo de credibilidad entre los propios europeos.
                La suspensión del Tratado de Schengen en territorio galo y danés tiene una particular gravedad para la UE, ya que se evidencia la dificultad de conseguir la pretendida unidad política dentro de la UE, y resultaría un importante fracaso de ésta, que con los tropiezos habidos, antes comentados, parece que evidencia que el entendimiento europeo es claro en materia mercantil, a modo de la antigua CEE, en tanto la unión política en la versión de la actual construcción de la UE no acaba de convencer dentro de los mismos Estados miembros, o acaso, se está llevando de una forma poco adecuada y de hecho se presenta como una pretensión que viene fracasando.
                En cualquier caso, es una cuestión que debería abrirse al debate de los europeos, dentro de sus propios Estados, para calibrar la bondad de esta fórmula que actualmente resulta lejana, más en el ámbito de los euroburócratas que en el de los ciudadanos europeos, aun cuando lo que aquellos deciden afecta a estos últimos.

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