lunes, 6 de junio de 2011

EL DESGRACIADO EPISODIO DEL “E-COLLI ALEMÁN”



Dice el refrán que “a perro flaco, todo son pulgas”, y algo así es lo que nos pasa con nuestros  acreedores del norte, otrora bárbaros, y ahora pluscuamperfectos ciudadanos occidentales. Aunque  con el episodio de la contaminación de pepinos españoles han cometido una “barbaridad”, que ha generado importantísimos daños a la economía del sector agrario español,  que finalmente se ha desmentido como sospecha-acusación infundada.
Precisamente las autoridades alemanas han localizado el probable foco en una granja de brotes de soja, en la región de Uelzen, de manera que el problema lo tenían en su propia casa, por la que deberían haber comenzado el riguroso trabajo de búsqueda, antes de echar la culpa a la vecindad.
En cualquier caso, parece que esa partida de pepinos españoles, tan poco estaban en sus óptimas condiciones, lo que debería de redundar en la mejora de las medidas de conservación de los productos de consumo humano, tanto en su transporte como en su distribución. Pero de ahí, a precipitarse en señalarla como la causa inicial de la epidemia parece que no sólo no fue correcto, sino tampoco prudente. Puesto que ahora, ¿quién pagará los daños inflingidos a la agricultura española?, ¿Alemania, o la UE con ayudas al sector?, pues tampoco sería justo que lo pagara el sector agrario español, especialmente en los momentos actuales de severa crisis económica por la que atraviesa nuestro país.
Pese a todo, podemos comprender la precipitación de los alemanes al señalar el foco de la epidemia, pues por experiencia, conocemos la grave ansiedad social que generan los fenómenos epidemiológicos, especialmente en la era actual de las nuevas tecnologías de la información, en que la actualidad informativa de este tipo de noticias genera la natural alarma social, como recientemente hemos vivido el pasado episodio de la gripe aviar.
También la demanda de información, en este tipo de episodios, suele requerirse a una velocidad mayor a la que llevan las investigaciones. Aún recordamos en el triste episodio del aceite de colza, cómo el mismísimo ministro de sanidad español, caía en el ridículo público hablando de la localización de un “bichito”. Tratando con esa desinformación disuasoria de tranquilizar a la ciudadanía, pero que después se reveló peor solución que haber apelado a la prudente espera de las pruebas analíticas y de investigación, que mostraron que el mal venía por la adulteración del aceite de consumo con el de colza, lo que era una forma de envenenamiento. ¡Luego el “bichito” no era tal…!, para ignominia de tal ministro, cuya carrera política concluyó seguidamente.
Aunque la historia también nos muestra la contumancia internacional de echar la culpa a España de procesos epidémicos, así famoso fue el conocido caso de la denominada “gripe española” de principios del siglo XX, que luego resultó que no era así. Si no que dado que el mundo estaba inmerso en la I  Guerra Mundial, en la mayoría de los países implicados –que eran los avanzados económica y socialmente- no funcionaba ni la libre información, ni aún los registros sanitarios habituales, por lo que, siendo España neutral, comenzó a publicar sus estadísticas epidemiológicas de aquella fatídica gripe, por lo que internacionalmente quedó como la “gripe española”, cuando realmente tampoco fue así.
Por ello, sin acritud, creo que deberíamos reconducir la cuestión y hablar ya del “E-Colli Alemán”, pues suyo ha sido el brote, como parece constatarse finalmente.

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