miércoles, 31 de julio de 2013

EL DESPISTE ENTRE VÍAS


El lamentabilísimo y desgraciado accidente ferroviario del Alvia en Santiago de Compostela, parece concretarse en un despiste del maquinista, como una de las causas fundamentales de la tragedia, aunque iniciada la investigación, junto con tal revelación van apareciendo otros detalles concausales de no menor relevancia en la tragedia.
Se están escribiendo ríos de tinta y llenando horas de tertulias de radio y televisión con el caso trágico, planteándose diverso tipo de hipótesis y argumentos sobre el accidente, y sobre todo sobre la alta velocidad ferroviaria española, sobre su implantación y grado de seguridad, que requiere un rápido y verídico esclarecimiento de las causas del accidente, por un lado para determinar las responsabilidades exigibles, y por otro, para que no vuelva a suceder.
Pero como en toda polémica – y en esto se está generando bastante polémica- hay diferente parecer, desde los que atribuyen sólo al factor humano la causa del accidente, a los que hacen una crítica de las medidas técnicas de la alta velocidad española, pasando por los que tratan de exonerar al maquinista de responsabilidad, como si no hubiera los casi dos centenares de víctimas del accidente, apelando quizá a un humanismo mal entendido. Aunque podamos entender humanamente, el estado catatónico del maquinista ante la realidad de la catástrofe.
Con todo, creemos que con tanto “parloteo” se ha desvirtuado en general la cuestión nuclear del asunto, que habría de arrancar de un análisis previo, técnico, riguroso y sereno, que responda a la pregunta básica: ¿si es razonable y aconsejable permitir la circulación sobre los 200 km/h de un convoy ferroviario con más de doscientas personas, sin implantar todas las medidas de seguridad redundantes sobre la conducción?. Y a tenor de los hechos ocurridos, así como a la implantación de la alta velocidad ferroviaria (los AVE), la respuesta va de suyo, en el sentido de instalar todos los mecanismos técnicos existentes para evitar cualquier desgracia como la ocurrida, pues a esas velocidades los errores tienen consecuencias fatales, según hemos podido constatar.
La alta velocidad española (AVE) se dispuso con trenes de gran velocidad y seguridad, en unas infraestructuras propias prefiguradas para circular a tan gran velocidad. Lo que ocurre es que, entre el modelo de AVE y el de ferrocarril habitual, se ha puesto en funcionamiento un “sistema híbrido” (con trenes adaptados, tramos de vía mixtos, pero que no siempre y en todo momento y lugar, tienen implantadas las medidas de seguridad redundantes de circulación, como en el sistema AVE). Siendo este sistema mixto o híbrido el que se ha ido implantando como sucedáneo de la alta velocidad ferroviaria, posibilitando una notable mejora en comunicación ferroviaria, pero al tiempo se revela como mejorable en cuanto a la plena implantación de la seguridad redundante, según se desprende del presente accidente.
Y esa debería de ser la conclusión de los responsables de Renfe, tras el trágico accidente de Santiago.
Porque además, el revelado hecho del despiste del maquinista –que es humano, aunque impropio de un profesional, que además ha viajado infinidad de veces por el mismo tramo ferroviario, que tiene a su cargo la vida de más de doscientas personas-, pone de manifiesto la necesidad urgente de la implantación de tales medidas técnicas de seguridad de conducción redundante, así como la conveniencia de llevar un conductor ayudante, pues nadie está libre de un desmallo, de un mareo, o cualquier trastorno, etc. Además de reducir la rutina de la conducción semiautomática en maquinas de avanzada tecnología y trayectos rectos que permiten el alcance de altas velocidades, condiciones en que un despiste puede tener consecuencias fatales.
Pero el colmo de lo revelado, viene de las cajas negras del tren que han evidenciado que el maquinista iba hablando por el teléfono móvil corporativo de Renfe, al parecer con la sala de control de la que recibía instrucciones de ruta, en plena evolución a 190 kms/h, y revisando papeles de ruta a la vez. Justo en este momento, es cuando podemos entender mejor el aludido despiste del maquinista, que ocultó al juez el más que significativo hecho de la llamada telefónica, por más que Renfe diga que tienen restricciones de uso de dichos teléfonos condicionadas a la seguridad de la conducción.
Si como parece, el control de circulación de Renfe comunicó por teléfono móvil al maquinista del Alvia siniestrado, ¿debería este de coger el teléfono o postergarlo a la llegada a la posterior estación?, ¿y si se trataba de una comunicación de urgente necesidad?. Por tanto, no es difícil suponer que a esa velocidad, conduciendo el tren, hablando por teléfono, y al parecer consultando mapas o papeles, el despiste sobre la conducción fuera la consecuencia de irreparables efectos.
Y si a eso añadimos, que además la cabina cuenta también con otro teléfono (en este caso serían dos), parece claro que o sobran estos, o falta otro conductor ayudante, además de las mencionadas medidas electrónicas de seguridad redundantes.

Por tanto, todo apunta a algo más que un despiste en tan aciago accidente, que jamás debería repetirse.

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