domingo, 1 de julio de 2012

INSENSIBILIDAD ECLESIÁSTICA CON DESHAUCIADOS QUE OCUPARON LA ALMUDENA



La noticia que la Policía desalojó el viernes por la noche a la veintena de personas que se habían encerrado en la madrileña Catedral de la Almudena para protestar contra los desahucios y reivindicar el derecho a la vivienda se extendió como la pólvora, por lo simbólico del hecho, pues a personas desahuciadas de sus casas, por razón de pobreza, no sólo no son acogidas por su Iglesia, sino que también los desaloja con auxilio policial.
Siempre se ha entendido que para que la Policía intervenga en un templo eclesiástico tiene que contar con la aprobación de la autoridad eclesiástica, por lo que cabe preguntarse –ya que no trascendió- ¿quién dio autorización a la policía, o quién pidió la intervención policial para echar de la Catedral de Madrid a una veintena de pobres desgraciados?. El hecho es perfectamente legal, pero es incoherente, anticaritativo, antipastoral y roza una fina línea que probablemente lo hace inmoral.
Ese grupo de gente, según se ha sabido acompañados de un sacerdote de la Cañada Real, trataba de llamar la atención de la ciudadanía, de las autoridades sobre lo injusto de su situación desahuciados por impago hipotecario, derivado del desempleo y de la falta de sueldo para poder mantener a sus familias. Luego el factor humano en primera línea está presente, ante una injusticia social, que los ha marginado a la pobreza, de la que por cierto dijo Jesucristo que sería el Reino de los Cielos, y en su desesperación acuden a la Iglesia –que se les ha proclamado como madre-, pero que les responde como una “mala madrastra” echándolos  con recurso policial, por la fuerza. Algo que Cristo sólo hizo con los mercaderes del Templo, pero jamás con los pobres, a los que designó como privilegiados, con carácter de asistencia preferente. Y miren por dónde, la jerarquía eclesiástica española, no sólo no los acoge, sino que los echa a cajas destempladas, y además se esconde, no da la cara, ni pide perdón, ni mucho menos trata de remediar el impropio repudio realizado.
Probablemente sea cierto que este grupo invasor, se mostrara así desde el principio en la Catedral, para hacer lo que no se suele hacer allí, y de ahí la intervención policial. Posiblemente no pidieran la acogida y mediación de la comunidad cristiana madrileña, y de sus representantes ante las instancias oficiales. Pero así las cosas, ¿el Cardenal Rouco ofreció su  samaritana mediación?, ¿se llegó a interesar por esta pobre y desesperanzada gente?, ¿les ofreció realojamiento en otros locales eclesiásticos, mientras se buscaba la solución más justa o adecuada posible?. Posiblemente si lo hubiera hecho, no habría tenido lugar la intervención policial.
Por fortuna, no toda la Iglesia se muestra así de autista, distante, de “duro corazón”. También existe una Iglesia cercana, fraternal, auxiliadora, pues Iglesia es todo el Pueblo de Dios en el cual hay patentes y permanentes brotes de su evangelio, de la caridad tanto institucional como personal. Esa es la auténtica Iglesia en la que se sigue manifestando el Espíritu de Dios, pues por sus obras les conoceréis.
Y entre estas buenas gentes que siguen haciendo de su vida misión hacia el prójimo, también existe abundantes clérigos, religiosos e incluso jerarquía eclesiástica, que en el presente caso, estamos seguros que hubieran actuado de modo distinto, aunque de momento sólo se ha hecho eco del incidente Mons. Agrelo, franciscano arzobispo de Tánger, quien ha afirmado rotundamente que “los desahuciados caben todos y caben siempre en la catedral”, indicando seguidamente que “La catedral es signo de la comunidad de los fieles, que son el verdadero templo de Dios, y es imagen del Cuerpo místico de Cristo, cuyos miembros se unen mediante un único vínculo de caridad”. Según lo publicado por Religión Digital (www.religiondigital.es).

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