viernes, 6 de julio de 2012

EL ISLAMISMO POLÍTICO DESPLAZA AL ARABISMO NACIONALISTA EN EGIPTO



La victoria electoral de los Hermanos Musulmanes en Egipto es un claro ejemplo de la involución política que se está dando en algunos países de religión islámica, que viene a desplazar un planteamiento político arabista de estos países, que buscan una identidad cultural que haga de argamasa socio-política sobre la que estructurarse superando el statu quo elitista –que en algunos casos es tribal-.
El mundo árabe resurgió, con la configuración geopolítica de la descolonización tras la II Guerra Mundial, que de la mano de líderes como el presidente egipcio Nasser generaron un arabismo político laico, dentro de los no alineados aunque en proximidad a la órbita soviética, tratando de generalizar un panarabismo en los países de la zona, que alentó a estas sociedades a su peculiar progreso; si bien el fracaso del proyecto, devino con prematura muerte de Nasser, las sucesivas derrotas frente a Israel, que pusieron de manifiesto la falta de unidad de los países árabes; a lo que habríamos de añadir la revolución chiita en Irán, la guerra del Líbano, y la confrontación entre Iran e Iraq.
Todo ello fue síntoma de la falta de unión  de los árabes, y de las dificultades de estas Naciones en alcanzar la modernidad que Occidente les iba alentando, pero que ni su estructura política –habitualmente dictatorial, de dominio de élites-, ni su estructura económica –que pese al petróleo, cuyas rentas han sido repartidas de forma desigual- no ha conseguido un desarrollo sostenible por falta de tejido industrial y falta de adecuada organización de la producción agropecuaria, que ha dado lugar a importantes sectores marginales de pobreza, y paro.  Por consiguiente, las sociedades de estas Naciones inmersas en estas estructuras antiguadas, incluso culturalmente recelosas de la modernidad que les presenta Occidente, han buscado su propio modelo de identidad y reorientación, y lo han encontrado en la tradición religiosa del Islam.
Pues los grupos religiosos siempre están presentes en las sociedades, y en estas especialmente con añoranza de un pasado épico de conquista y expansión en base a la inicial motivación religiosa; por lo que ante una situación decadente con sucesivos fracasos en el litigio con Israel, se ha extendido cierto complejo que se pretende superar recurriendo a valores religiosos, y a una historia épica triunfal. Junto a ello, en esas sociedades con altos índices de marginalidad, la caridad religiosa que han venido practicando organizaciones como la de los Hermanos Musulmanes –para remedio inmediato, y subsiguiente proselitismo- ha hecho el resto.
Así junto al islamismo religioso, e incluso cultural, ha emergido un islamismo político que con un planteamiento simplista de base religiosa y altamente populista se ha ido realizando una labor constante que ha logrado el calar en la mayoría de esas sociedades, como ha sido también el caso de Egipto, Marruecos o Libia, si bien en cada uno de estos países el grado de implantación es diferente, pues en Marruecos se conservan las tradicionales instituciones sociopolíticas de la monarquía alauí que harán de natural contrapeso al avance del islamismo.
También en Egipto, tradicional aliado de Occidente en las últimas décadas, tendrá que aquilatar bien sus políticas internas y externas, por ser Estado clave en la estabilidad de Oriente Medio, además que los militares –parte de la élite gobernante, desalojada por las urnas- de hecho siguen detentando un importante poder fáctico.
Con todo, consideramos que la apuesta de estas sociedades por el islamismo no deja de ser un síntoma del hartazgo y la desesperación que padecen. Aunque, más allá del populismo en su versión de tradicionalismo religioso de sus postulados, del diagnóstico de la anterior situación, y de la caridad momentánea, probablemente no tengan muchos más puntos de encuentro con la mayoría de sus votantes, a los que difícilmente podrán cumplirles las promesas de bienestar y justicia, pues tampoco parece que tengan la solución para ello. Si bien, no deja de ser un movimiento pendular que en el mundo árabe suele oscilar entre el “arabismo laico” y el “islamismo político”, de forma que cuando uno crece el otro decrece, y viceversa.

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