domingo, 4 de enero de 2015

LA DIFICIL DISYUNTIVA POLÍTICA GRIEGA


           

               Ante la nueva crisis de gobierno griega y la convocatoria del cuerpo electoral para decidir en las urnas el futuro inmediato del país, no han faltado voces agoreras ante el probable triunfo de Syriza, y entre ellas algunas provenientes de las Instituciones Europeas (Banco Central incluido) que deberían ser más respetuosas con los procesos democráticos internos de terceros.
                Es cierto que la situación del país heleno es dramática, pues están prácticamente en quiebra, como estaban hace un par de años, no habiendo surtido el efecto deseado las ayudas financieras, sino más bien han lastrado con sus intereses y el alto índice de la deuda, las pocas posibilidades de remontar que tenía el país, que mantiene unos graves índices económicos como el alto porcentaje de la deuda, que ronda el 170% del PIB, y con un desempleo del 26% (esto último parecido a España). Naturalmente en tal situación el sufrimiento social es tremendo, apenas se puede vivir en esas condiciones, con una “losa” económica que no hay quien la levante, un futuro incierto y un presente desalentador.
                Por consiguiente, experimentados varios ensayos políticos de salida de este estado de crisis, habiendo fracasado las experiencias, todo apunta a la alternativa que pasa por cambiar el sistema. Postulado harto complicado y de gran dificultad, que entraña un grave riesgo de mayor hundimiento y miseria económica y social, si sale mal. Pero la realidad socio-económica griega parece ser tan desalentadora que cualquier alternativa va a ser intentada, por radical que sea el cambio, como radicales han de ser las medidas en tal estado.
                Así en esta situación, no parece que nadie deba asombrarse, en justa lógica, de la apuesta del electorado griego por Syriza, que plantea como alternativa la renegociación de la deuda (lo que conllevaría tratar una importante quita, y una espera o aplazamiento dependiente de la atención prioritaria del gasto básico del Estado incluido el social, para evitar el alto grado de sufrimiento social que padece el pueblo griego por los duros recortes sociales aplicados, que se han mostrado ineficaces y lo han llegado a hartar). Luego, calificar de populismo a las posiciones de supervivencia, nos parece poco menos que cierta impertinencia e insensibilidad social, además de falta de rigor en la apreciación. Ya que no todo lo que apoya el pueblo tiene por qué tildarse de populista, sino aquello que arbitraria y caprichosamente le interese, que no parece ser el caso, pues hay razones éticas y de justicia social que avalarían la adopción de medidas drásticas de “quita y espera” de la deuda.
                En ese estado de cosas, suena hipócrita el torrente de descalificaciones y advertencias apocalípticas de parte de la propia UE, que se torna en cínica en el caso del ejecutivo alemán, que en defensa de su banca (gran acreedora de la deuda griega) advierte con “males infernales” el incumplimiento de los acuerdos suscritos sobre la deuda, olvidando que la propia Alemania tras la II Guerra Mundial fue agraciada con el Plan Marshall en unas condiciones que ellos no le han aplicado a los griegos, con una bonificación en torno al 50% del dinero aportado. Además, que Alemania debería recordar también lo que las durísimas condiciones de económicas de indemnizaciones de guerra impuestas por el Pacto de Versalles tras la I Guerra Mundial determinó de pobreza y violencia socio-política en la propia Alemania que gestó su venganza nazi en la II Guerra Mundial.
                Por otra parte, somos conscientes de la mala noticia que representa una quita de deuda griega para el capitalismo internacional, junto al pernicioso efecto contagio que pudiera darse en otros países en estado análogo, como el nuestro. Por tanto, resulta lógico que los actores capitalistas se expresen en términos muy negativos sobre esta cuestión, y en su nombre los mercados y la banca, faltaría más, pues son parte interesada. Pero lo que no es lógico es que otros gobiernos –especialmente los afectados por deuda- les hagan el juego haciéndose eco de previsiones agoreras sobre el destino griego: fuera del euro, quebrado, y en estado de pobreza generalizada, poco menos que abocados al averno.
                Ha de ser el pueblo griego, junto con sus representantes políticos los que deben de “poner pie en pared” en lo que resulta soportable para la dignidad humana en unas condiciones aceptables de vida normal del siglo XXI, para que el nivel no baje de esa condición socio-humanitaria, y a partir de ahí, a trabajar por levantar el país, pagando a los acreedores hasta lo que resulte posible, el resto o se aplaza o se condona, en un plazo razonable de años, empezando por la condonación de los intereses de la deuda. Que dicho sea de paso, en nuestro país, al decir de los técnicos en la materia supone el pago de 100 millones de euros diarios. El impago de esos rendimientos (intereses) de la deuda no nos parece que sea ningún robo, ni suponga gran quebranto a los acreedores internacionales que recuperen el dinero invertido (o sea el principal), si eso ayuda a que los griegos salgan adelante. Pues la alternativa real es la quiebra, que no sería la primera ni la última de un Estado, y que naturalmente conlleva el impago de la deuda pública, con el consiguiente descrédito y falta de apoyo financiero internacional, de forma que en un tiempo estimable, el país ha de vivir con sus propios recursos internos, lo cual no deja de ser un grave problema de retroceso económico y social. Aunque de todo ello se sale, y a veces más rápido que con una “losa tan grande” que demora los plazos de amortización mucho en el tiempo, y en consecuencia el sufrimiento social.

                Pero el devenir, repetimos habrá de estar en manos del “pueblo soberano” que es el que, tanto en Grecia, como en los demás países de la UE han de tomar el rumbo de sus destinos políticos y económicos y dejar de ser unos neoesclavos subyugados al capitalismo internacional. De tal forma que será el vencedor de los comicios –probablemente Syriza- el que tenga que administrar estos difíciles tiempos, pero que si lo hace convenientemente, puede ganar la partida, al tiempo que ganar las simpatías de las ciudadanías de países en análoga situación como Portugal, Irlanda, España, Italia e incluso Francia, que podría ser determinante para un cambio drástico del rumbo de la actual política neoliberal europea, retornando al espíritu de los padres fundadores de la CEE.

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