domingo, 28 de junio de 2015

LA UNION EUROPEA NO SUPERA LA CRISIS GRIEGA


          El proyecto de la UE se pone a prueba con la crisis griega, que más allá de una crisis económica, pone de manifiesto una profunda crisis del modelo político de una Europa unida, que no va más allá de las palabras y las buenas intenciones.
            Además se pone de relieve que el proyecto de UE –como federación política de Estados- no tiene un calado real, más allá de los intereses económicos del gran capital europeo y políticos de los grandes Estados de Europa, pues generado en base a tales intereses y estructurado sobre una burocracia central, se ha despreocupado de la realidad de vida de la ciudadanía europea, que ha ido viendo encarecer su coste de la vida, así como el endeudamiento público y privado en una riada crediticia que ha acabado por horadar el bienestar de la ciudadanía europea, so pretexto de ayudas y mejoras que sólo han primado a las altas rentas, con el progresivo deterioro de la clase media europea, todo ello dentro de unas marcadas diferencias económicas y sociales entre los países del norte y del sur europeo, sin que los plutócratas europeos hayan hecho nada real por nivelar esas profundas diferencias que tensionan cada vez más los débiles hilos con que se ha tejido este constructo político y económico continental que no acaba de “levantar el vuelo” y cuyo descrédito cada vez es mayor en la propia opinión pública europea.
            Por otra parte, la UE no parece haber sido capaz de abstraerse o precaverse de la gran ola globalizadora mundial, que el gran capital internacional ha tejido arteramente para el control de la economía mundial y la alocada competencia económica de países distintos y distantes entre los que no puede haber escala comparativa, para así obligar a bajas salariales, pérdidas de derechos sociales consolidados, precarización del trabajo, limitación de la negociación colectiva, de la normativa de salud laboral, etc., so pretexto de lograr una alocada competitividad que está desmoronando los cimientos del orden socio-económico europeo, antes conocido y reconocido como de los “Estados del bienestar” que propiciaron la paz y el progreso europeo tras las guerras mundiales, y que ahora se aboca a una profunda crisis económica, social y política con el caso griego y el nefasto modelo neoliberal sobre el que se ha montado la estructura económica de la UE.
            En consecuencia, parece obvio que el tratamiento de la crisis griega –que deviene de la crisis económica internacional, que venimos padeciendo- debería haber sido tratado con más cautela y solidaridad en el seno de la UE, en vez de mantener a toda costa el orden económico socioliberal que impuesto de tal modo ha buscado prioritariamente satisfacer a los intereses de los bancos y Estados acreedores de Grecia, en vez de promover soluciones solidarias de mutualización de esa deuda, como en el resto de los países deudores de la UE (Italia, Francia, España, Irlanda y Portugal), que en este tiempo, y de esa forma de solución global habrían superado los estragos de la crisis económica, en la que gran parte de los actores económicos y políticos que reclaman el lícito cumplimiento de las obligaciones de pago económicas, han sido actores activos en la gestación de la propia crisis (por acción u omisión, de la primera forma promoviendo un generalizado endeudamiento, asumiendo como válido el sistema de ausencia de políticas de vivienda social en pro de la producción masiva de viviendas y su venta a crédito hipotecario de la banca con los elevadísimos costes de adquisición de vivienda y reducción de renta disponible para el consumo, junto con el exponencial riesgo asumido por gran parte de la banca –como se ha visto- y el consiguiente incremento de la deuda pública; y por omisión, porque deberían de haber puesto coto a tal “orgía económica”, no haberse dejado influir por los actores económicos y haber cortado esa tendencia con la activación de políticas efectivas de vivienda social, y desarrollo de controles económicos y financieros que o no existieron o no funcionaron).
            Sin embargo, frente a esas propuestas imaginativas, solidarias, integradoras, se ha ido a la directa exigencia del cumplimiento legal de las obligaciones contraídas, aún a sabiendas de su escasa viabilidad, o incluso del sufrimiento social que ello suponía, acompañado de anuncios temerosos sobre el futuro caos que se ceñía sobre todos si no se cumplían las recetas económicas de los “gurús financieros”, que por otra parte se han evidenciado escasas en la solución del problema y de altísimo coste político y social, al punto de poner a sociedades enteras  “de rodillas” ante sus acreedores, que como en el caso de Grecia han dicho ¡basta ya…!.
            Claro que ante esta salida de Grecia por vía del impago –a la que se ha visto forzada por mor de los duros requisitos de pago impuestos por la UE- la reacción inmediata es la de cierre del crédito al país heleno con el más que probable colapso económico y social de este, que acabará por abandonar el euro y la propia UE, con la repercusión negativa que ello supondrá en el resto de los Estados de la UE, especialmente los que están luchando por salir a flote (España, Italia, Portugal, Irlanda y Francia), así como por parte de los que han sido acreedores de la deuda griega, entre ellos España (con un agujero estimado en unos 30.000 millones de euros, de nuevo un caso análogo al del agujero de las Cajas de Ahorro, que generarán importantes distorsiones en la precaria economía nacional).
            De ahí, que nos preguntemos si no hubiera sido mejor otra alternativa más solidaria con Grecia –que indirectamente también lo es con la propia UE-, habiendo salido con soluciones de mutualización de deuda pública por parte de la UE, que habría mejor resultado a la salida de este problema evitándose el marasmo subsiguiente en el entorno de la UE.
            Nuevo capítulo, pues que pone de relieve el artificioso constructo de la UE cuyo estado presente y futuro se va a resentir ostensiblemente por desprestigio de bloque real, y por desafección de la propia ciudadanía europea, que aprecia que a la hora de la verdad, de la necesidad ante una grave crisis se muestra un mecanismo ineficaz, pese a lo costoso que resulta en cargos políticos y burocracia que no han estado a la altura de las circunstancias.


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