viernes, 19 de junio de 2015

HAY QUE CONTRIBUIR A DESTERRAR TODO TIPO DE INTOLERANCIA


            Las actitudes dogmáticas suelen abocar en autoritarismos liberticidas que quebrantan cualquier proyecto moral de convivencia social pacífica, pues es esencial en toda convivencia el respeto mutuo, para evitar que nadie resulte arrollado, dañado o postergado por las imposiciones de otros.
            En definitiva se trata de erigir la base convivencial sobre  el respeto a la libertad de conciencia, pensamiento, expresión y manifestación, etc.,  haciendo posible que cada cual viva –dentro de un marco de respeto cívico, amparado por la legalidad- como crea conveniente, siempre en beneficio del interés común, salvaguardando el respeto a las minorías.
            Por consiguiente, en toda democracia que reconozca constitucionalmente los derechos humanos y civiles, según resulta apropiado a la dignidad humana, se han de respetar los derechos individuales de creencia, ideología, expresión, etc. Si bien, en el ámbito de lo público, bien se ciñe a lo puramente colectivo que resulte del común denominador de la convivencia cívico-política de cada comunidad,  bien se dispone un ámbito cultural según corresponde al parecer mayoritario de la colectividad,  y  en todo caso, respetando el ejercicio de derechos y libertades individuales que garanticen a las minorías el ejercicio de sus respectivos derechos particulares.  Naturalmente, siempre proscribiendo cualquier conducta que perjudique a terceros, que conlleve algún tipo de daño o acción delictiva, entre las que se recoja las faltas de respeto a los demás (incluidas sus ideologías políticas, sus creencias religiosas, etc.). Algo que resulta extremadamente necesario para garantizar la pacífica convivencia social en las modernas sociedades multiculturales.
            Naturalmente, a ello ha de contribuir todo colectivo social, como la misma educación cívica social de manera que garantice una actitud social de permanente tolerancia, frente a pasados de intransigencia religiosa y política que tan nefastos resultados produjo, y sigue produciendo en sociedades donde el fanatismo y el odio se ha impuesto, disfrazado de argumentarios étnicos, políticos e incluso religiosos, en lo que resulta una gran paradoja difícil de explicar, que tanto sufrimiento ha reportado a nuestro mundo.
            Pero al propio tiempo, si se deploran dogmatismos y actitudes autoritarias tradicionales, no podemos dejar pasar los nuevos dogmatismos so pretexto de falsa progresía, ni mucho menos el anacronismo de la “tolerancia de la intolerancia”, que viene de la mano de grupos fanáticos que previamente han recabado la tolerancia para sí mismos, exhibiendo un victimismo legendario e irredento, para actuar en la práctica con gestos violentos de intolerancia como la ocupación de lugares sagrados –de uno u otro signo religioso-, la irrupción en actos religiosos alterando el orden de los mismos, o los ataques personales a miembros de entidades religiosas, como fue el caso del ataque que refleja la fotografía que ilustra este artículo, en el que un prelado católico fue atacado por feministas durante una conferencia en Nicaragua, como en su día un colectivo feminista irrumpió en la catedral de la Almudena de Madrid, o la edil de Podemos en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid, etc., etc.

            Ello no supone que se defienda la vuelta a experiencias políticas de confesionalidad, que han mostrado que no son todo lo positivas que se pretendieron, sino que en un ámbito de separación de Iglesia y Estado, en un mundo secularizado se puede y se debe convivir pacífica y respetuosamente con personas adscritas o de pensamiento diverso (confesional de uno u otro credo, aconfesional, agnóstico, ateo, laicista, etc.), sin que se hayan de imponer de forma autoritaria planteamientos laicistas liberticidas, dado que siempre habría de respetarse un ámbito de libertad personal y grupal (en la dimensión privada) que aseguren su práctica, y con ello el desarrollo pleno de la persona según su propio proyecto de vida en libertad.

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