miércoles, 6 de enero de 2010

LA ESCENOGRAFÍA EUROPEA DE ZAPATERO


España acaba de iniciar un nuevo periodo en que ostenta la presidencia de turno de la UE, que en esta ocasión es poco más que testimonial, dada la existencia de un burócrata como presidente permanente –el belga Van Rompuy- en aplicación del Tratado de Lisboa.
Tan importante modificación en la cúpula ejecutiva de la UE, además del perfil de político conservador de Van Rompuy, traza una diferente perspectiva a la potencial acción política de Zapatero como presidente de turno de la UE, ya que la mayoría de las funciones las asume el presidente permanente, quedándole al presidente de turno poco más que funciones meramente representativas. De ahí, que la trascendencia política de este turno presidencial es poco más que cosmético, pese a lo que se quiera aparentar por parte del presidente español.
Ello no obstante, supone un aparente “balón de oxígeno” a la depauperada figura política de Rodríguez Zapatero, en razón a los malos resultados económicos al frente del ejecutivo español, incapaz de sortear una grave crisis económica internacional, con escasa respuesta política, en un país cuya gobernación no controla plenamente por la inadecuada configuración autonomista, con servidumbres territoriales que atender, amen de los compromisos existentes con los interlocutores sociales, que han determinado un bloqueo en la respuesta de políticas eficaces frente a la crisis, y cuyos resultados no pueden ser más desalentadores para el bienestar y el porvenir de España con un paro de un 19% y un déficit público sobre el 12%, lo que hace de nuestro país uno de los más vulnerables de la eurozona. Por cuyo motivo, en Europa no se recibe con especial entusiasmo la presidencia de turno española, a tenor de los malos índices económicos, y la errática, al tiempo que errónea política exterior española con continuos y clamorosos fracasos.
De manera que hemos de convenir que al presidente Zapatero le cabe poca capacidad de maniobra para incidir en políticas efectivas de la UE, más allá de su labor mediadora durante este semestre, pero vistos los resultados de la economía española, en Europa tampoco parece que esperen grandes prodigios de su gestión temporal al frente de la UE.
Sin embargo, Zapatero convoca una “mini cumbre doméstica” en la Moncloa, nada más acceder a la presidencia de turno de la UE, con asistencia de Solbes, Salgado, Delors y Felipe González, -excusada la ausencia del comisario económico Almunia, el único con poder real actual en la eurozona-. De forma que se trata de lanzar un mensaje para consumo público, que Zapatero ya está imponiéndose en las cuestiones de la unión, y que goza con el apoyo aparente de personalidades con talla política europeísta. Si bien, no hay nada más que profundizar un poco en el evento, para comprender que faltan personalidades de relieve en esa reunión, que además los que asisten –salvo Zapatero y Salgado- ya no tienen fuerza ejecutiva en la eurozona, y que la ausencia de Almunia no deja de ser significativa.
Así las cosas, parece que asistimos a una nueva “puesta en escena” con más carga litúrgica que real, que trata de restañar la deteriorada imagen interna y externa de Zapatero derivada de la crisis ante la que se muestra incapaz de dar soluciones eficaces, y que de esta manera, se procura una nueva estética de estadista europeo, con el aval de los pocos amigos que le acompañan en la reunión. Y que más bien demuestra el estado de debilidad política del mismo, aunque el PSOE cierre filas aparentes en torno a su cuestionado líder.

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