miércoles, 18 de abril de 2012

LA CRISIS HISPANO-ARGENTINA


La actuación del Gobierno argentino privatizando gran parte del accionariado de REPSOL en YPF –sin tocar las acciones de otras empresas no españolas-, en las condiciones que se ha dado, ha generado una crisis política entre ambas naciones, que ni a España ni a Argentina le convienen, por las tradicionales e históricas buenas relaciones hispano-argentinas, y por los intereses mutuos en liza.
Ciertamente que la actuación del ejecutivo argentino ha sido inamistosa, inadecuada, y posiblemente ilegal; como también la escalada verbal de miembros del ejecutivo español, quizá tampoco haya sido lo deseable desde el punto de vista diplomático –aunque se puedan entender las razones de defensa de la petrolera española-, pues más allá de esos intereses que son netamente privados, el Gobierno de España ha de proveer por los intereses públicos del interés general, que afecta al común de la ciudadanía española, una parte de la cual tiene lazos personales con el país austral, como también importantes empresas españolas mantienen un alto nivel de negocios e inversión allí.
Aunque lo hecho; hecho está. Y lo dicho; dicho está. Si bien, como de todo, conviene sacar conclusiones, para no volver a repetirlo. Pues está claro que los intereses dividen a las personas, por grande que sea su relación, por lo que habrá que entender las razones de unos y otros, y de resolver en equidad el litigio suscitado, mediante una adecuada indemnización a la empresa expropiada, por la vía del pago del justiprecio de las acciones nacionalizadas.
Pero al propio tiempo, España ha de sacar la conclusión de que en el terreno internacional, los intereses también separan a los socios, pues de la UE parece que el Gobierno español esperaba una respuesta más solidaria y contundente de la que se ha recibido. Y de los EEUU igualmente, ya que al no verse afectados su intereses directos, se han puesto de perfil. ¿Alguien esperaba otra actuación?.
Y de otra parte, se viene percibiendo un progresivo enfriamiento de las relaciones bilaterales con algunos países del área iberoamericana –que siempre ha sido de trato preferente para España-, como es el caso tradicionalmente de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, y ahora Argentina. Tal hecho pone de manifiesto un descuido de la diplomacia española, o mejor dicho, un error en la política exterior propia, que  de una parte, se ha volcado excesivamente en una UE –que en la dificultad abandona a sus socios-, y de otra, en unos vaivenes atlantistas que tampoco conforman mucho a EEUU, y se ha ido alejando de potenciar las relaciones iberoamericanas –con el fin de desarrollar aquella idea de emular la Commomwealth británica-, si bien con el respeto a la soberanía e idiosincrasia de países que en otro tiempo fueron también tierra española –aunque evitando cualquier sesgo neocolonialista-, otorgándose un status paritario y de respeto, sea cual sea el régimen o gobierno que haya en cada momento en cada país.
Todo ello ha de ser fruto de una apuesta política de consenso en España, redefiniendo su política exterior en la zona, y de laborar humilde y continuamente de la mano de los gobiernos de la zona; pues los fracasos de las últimas cumbres iberoamericanas han ido revelando la sintomatología de una patología de base, que parte de la reacción de los gobiernos populistas del área ante lo que interpretan o presentan como la “arrogancia de la metrópoli”. Por lo cual, no debería caerse en el error de entrar a la provocación de este incidente, más allá de la manifestación del malestar, y de su reconducción a las instancias internacionales del Derecho Internacional Privado si no hubiera una satisfactoria indemnización. Evitando así en “tirar por la borda” el trabajo diplomático de años, y la tradicional buena relación entre ambos pueblos.
Y sobre todo, retomar con mayor audacia y pragmatismo las relaciones diplomáticas que normalicen y faciliten un mayor acercamiento del que se tiene con estos países hermanos, ya que nos une mucho más que lo que nos separa.

            

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