miércoles, 15 de enero de 2014

INDICIOS DE DESMEMBRACIÓN DE LA DERECHA ESPAÑOLA

            

            La aparición pública del Partido VOX promovido por significados disidentes del PP, entre los que se encuentran Santiago Abascal, Ortega Lara –de forma explícita- y Vidal Cuadras –de forma implícita-, junto con importantes líderes de las asociaciones de víctimas del terrorismo, y el conocido político liberal de la UCD, Ignacio Camuñas, están ahormando esta formación política con la intención de recoger a un considerable sector de la derecha sociológica española descontentos con el actual gobierno de Rajoy.
            Ciertamente no es frecuente que haya desmembración de un partido cuando ostenta el poder, y mucho menos cuando lo ejerce con mayoría absoluta, como actualmente es el caso del PP, pero errores políticos de bulto en la agenda política del presidente Rajoy están llevando a un general descontento, entre la población –motivado por los recortes sociales ante la crisis económica, y el sesgo ideológico con el que se ha acometido su afrontamiento por el gobierno de Rajoy-, y en especial entre los votantes del PP en temas tan sensibles como el aborto, la política antiterrorista, la cuestión territorial del Estado (unidad de España), e incluso también los casos de corrupción con particular referencia a los casos Gurtel, Bárcenas y Bankia.
            Por ello, no es de extrañar que ante tanta tensión y elasticidad de las costuras acaben en indeseadas rupturas, pues en democracia se trata de aunar voluntades para hacer efectiva una determinada política sobre la base una previa ideología, por lo que la unión hace la fuerza, en lo que se refiere al logro electoral. Si bien, tal unión aunque no pueda pretenderse la identidad, sí al menos ha de hacer planteamientos compatibles con su confesa ideología que es la que le ha llevado a conseguir el apoyo electoral de la ciudadanía, a la que no se puede, ni se debe engañar, y menos aún a la propia militancia –por satisfecha que se encuentre en el reparto del “botín electoral”-, pues cualquier persona para sentirse tal y ejercer su legítima ciudadanía ha de construir su propio discurso vital, y conformar un guion existencial conforme a ello, que no puede abandonar ante las primeras dificultades, como parece haberlo hecho el PP.
            Algo que sabe muy bien Aznar, cuyo principal mérito político, a mi entender, fue el poder unificar y lograr un discurso ideológico coherente con sus consecuentes políticas que sirviera para la derecha y el centro derecha del espectro político nacional, lo que le supuso el logro de la victoria electoral frente a un PSOE instalado en el poder cerca de una quincena de años, con un líder como Felipe González, que pese a su declive político había ejercido un liderazgo casi carismático en la España de los ochenta.
            Por tanto, cualquier desmembración supone restar votos (el camino inverso al que se ha de seguir si se quiere ganar las elecciones en España, que tradicionalmente se han ganado por el centro), y en la situación actual, ni el PP con una mayoría absoluta en fase descendente –según las encuestas-, no parece que le sobre tanta fuerza como parece estar dispuesto a dilapidar la torpeza política de Rajoy y los sucesos de corrupción que ensombrecen el proyecto político que representa.
            Así un partido de derechas en España (y el PP lo es), podría suponer fácilmente que ciertas políticas que abordan sus pilares ideológicos son inabordables, pues como mínimo se iban a malinterpretar. Tal ha sido la asunción de la excarcelación de presos de ETA en lo que aparenta un guion pactado (entre bambalinas) como supuesta política de Estado, que supondría la asunción del supuesto proceso de paz iniciado por el Gobierno socialista de ZP; y por consiguiente, el tener que desdecirse de gran parte de la crítica política con que la oposición del PP entonces espetó al Gobierno de Zapatero, y hacer “malabarismos políticos” para no disgustar a las víctimas del terrorismo y a numerosos sectores de sus votantes naturales, a los que hoy por hoy, no han parecido convencer, dados los abandonos de Maria San Gil, Ortega Lara y Santiago Abascal, entre otros.
            Si todo esto fuera poco, la unidad de España cuestionada, tanto en Cataluña, como en el País Vasco, con escasa y débil respuesta gubernamental; además la cuestión lingüística asumida ambiguamente según la disposición de los barones autóctonos sobre el tema, que hacen incoherente la defensa estatal de la lengua española que se hace desde el PP nacional.
            Por otra parte, la cuestión del aborto es otra de las cuestiones en que el PP pretendía mostrarse como garante del tradicional orden moral, aparentando asumir las proyectivas de la jerarquía eclesiástica, para conformar a su electorado católico más tradicionalista y a los movimientos próvida, que pronto se han visto defraudados cuando tras dos años de legislatura el Ministro de Justicia presenta un proyecto más restrictivo de ley de aborto que la vigente ley socialista, que nuevamente “rompe las costuras” internas tejidas por el PP con su base electoral, y pone de manifiesto las contradicciones internas entre grupos ideológicos distintos que apenas llegan a converger en la política económica neoliberal de desregulación, privatización de servicios públicos, y sumisión al ídolo del mercado.

            Con esos mimbres se han ido generando internas desafecciones, y ello ha motivado la emergencia de nuevas alternativas –sobre sensibilidades no bien atendidas- que pueden generar la fragmentación del voto de la derecha y del centro derecha, que tendrían que alertar a sus dirigentes sobre la pérdida de poder, y sobre todo la potencial pérdida de un extraordinario logro histórico de reunificación política de la derecha sociológica.

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