domingo, 11 de mayo de 2014

EMPIEZAN LAS “EUROPEAS”: ¿QUÉ NOS OFRECE LA “UE ACTUAL”?


Ha comenzado la campaña electoral al Parlamento Europeo, con el habitual ritual de pegada de carteles, de mítines de los candidatos y líderes de sus grupos políticos, y en definitiva con el “ruido electoralista” que apela a la simpleza de un cuerpo electoral, que siendo objeto de su atención por obvias razones de voto, se encuentra muy defraudado del actual estado de cosas que les ha reportado la anterior confianza en los políticos y en la Unión Europea.
Ambos (políticos y Unión Europea) representan dos caras de la misma moneda, del statu quo político-económico, que girando sobre los iniciales planteamientos europeístas de solidaridad, han engendrado una “máquina europea” al servicio del gran capital, presta al rescate de la moneda, y retardataria –cuando no descuidada- en el rescate de la sufriente ciudadanía ante la primera crisis rigurosa que estamos sufriendo, y ante la cual han mostrado su incapacidad de dar soluciones que fueran consecuentes con el interés general europeo.
Esta UE de los Tratados de Maastricth y Lisboa, entre otros, que exigió la cesión de soberanía estatal, instauró el euro (pero no quiso crear una política económica, fiscal y social única), que pensando sólo en el dinero ha dado lugar a la creación de una “Europa de dos velocidades” (la rica del centro y norte, y la pobre del sur y periferia), cuyos intereses se conjugan mal, ante lo cual se acaba por imponer el interés alemán (ante el insolidario cinismo británico, y el decaimiento populista francés). Una UE que aún permite paraísos fiscales, que facilitan la fuga de capitales nacionales, la descapitalización de países de la Unión, y la evasión de impuestos de poderosas fortunas que logran anidar con el tácito consentimiento de la Unión, y que tanto daño reporta a las economías nacionales de origen como le ha sucedido a la española en toda esta crisis.
Acaso no pocos ciudadanos, tengan la impresión que se nos ha sometido a un progresivo proceso engañoso en la actual construcción europea, ya que tras prometérsenos un espacio de estabilidad política, económica y social, de mutua cooperación, de mayor competitividad y progreso económico y social; resulta que como en el cuento infantil al primer viento se nos ha caído la “casita europea”. No ha aguantado razonablemente bien la crisis, sino todo lo contrario, ha sido una fuga de “sálvese quien pueda” con Alemania al frente defendiendo sólo sus intereses nacionales (y si se ha rescatado a algunos países, ha sido para evitar un mal mayor de la hecatombe de una quiebra de varios países, que por pura sentimiento solidario, y menos aún por obligación solidaria de esta peculiar “confederación a medio hacer”).
Eso sí, en medio se han creado unas mega instituciones europeas con miles de políticos y burócratas empleados en ellas, trufadas básicamente por tres fuerzas políticas (casi siempre de acuerdo) que se han repartido sistemáticamente el poder: la derecha conservadora, el liberalismo (unidos en el neoliberalismo) y la socialdemocracia (que ha pactado, en el reparto  de la tarta de poder e intereses, con el neoliberalismo, de ahí su actual crisis de identidad política). Estas son las fuerzas políticas del actual sistema, corresponsables de las grandezas y miserias de esta UE, especialmente de su inoperancia en la crisis. Las demás fuerzas políticas, condenadas a la marginalidad, apenas cuentan.
Por consiguiente, más allá de los típicos tópicos del discurso de campaña de la opción de derechas o de la opción de izquierdas sistémicas (PP y PSOE), ¿qué nos ofrecen, de nuevo?, pues lo tradicional ya lo conocemos, y no parece que nos atraiga demasiado, a tenor de los hechos pasados y sufridos. ¿Cuántas veces hubo que pedirle a Draghi que interviniera el BCE en momentos críticos, para que pausadamente tomara alguna que otra medida, bajo la autorización real de Merkel?. Todo lo cual, ha dado lugar a que nuestra monumental deuda pública haya alcanzado niveles descomunales, ante lo que la única receta que se nos prescribe es el “ayuno” (entiéndase recorte social, pues el adelgazamiento político-institucional, aún no ha visto la luz, ni se espera que la vea).
¿Qué futuro nos ofrecen en esta UE?, ¿van a prosperar cambios estructurales de profundidad que eviten estas tormentas económicas en un mundo globalizado abierto a la codicia de los mercados, o sea del “capitalismo financiero internacional”?. Si no es así, esa UE no interesa a la mayoría de ciudadanos que, o tienen la suerte de estar empleados, o la desgracia de estar en el paro.
¿Se percatan, aunque sólo sea por un minuto de decencia política, de que no nos proponen ninguna novedad de interés?. Entonces, ¿para qué votar?, ¿para que el que consiga un euroescaño logre una renta mensual durante varios años, que jamás hubiera logrado por sus medios de trabajo en España, además de una telaraña de convenientes relaciones de presente y futuro?.

Parece claro que el proyecto europeo se ha ido deteriorando para el interés del ciudadano común, pues se ha construido a sus espaldas, al margen de sus intereses comunes, y hasta contra ellos. Por consiguiente, el debate de interés para el ciudadano europeo ante esta cita electoral es el cambio y la regeneración social de la UE, o realmente no existe. Y si no hay una apuesta seria, clara y creíble en esa línea, no parece que haya interés en molestarse para votar. ¡Todo seguirá igual, pero con menor legitimidad!, ya que no podrán decir que cuentan con la representación de la ciudadanía europea. ¿Sería ese un correctivo democrático, ante este sentido abandono de la clase política?. Posiblemente lo fuera, si la abstención fuera considerable, de lo contrario, votar y no votar, representa casi lo mismo para el votante, no así para el cargo electo que pasa a “mejor vida”.

1 comentario:

  1. Coincido y he coincidido siempre con tus reflexiones. Europa no nos ha aportado más que una radicalización de clases y falsas promesas acerca de un supuesto estado de bienestar que ha conseguido casi eliminar y lo hará en un futuro inmediato.
    Desengaño de Europa y la clase política es mi profundo sentimiento, lo que me ha hecho prestar bien poca atención a estas elecciones.
    No obstante, como ciudadana demócrata, siempre he votado, y siento un cierto resquemor de no hacerlo, aunque sea en blanco. Ello supone ejercer mi derecho y deber, a la vez que poner tácitamente de manifiesto mi oposición a la "política" "europea".
    La abstención o el voto en blanco son las únicas opciones que barajo.
    MUCHAS GRACIAS POR ESTAS REFLEXIONES QUE APELAN A NUESTRA MEMORIA, A NO DEJARNOS EMBRIAGAR POR LOS NOVEDOSOS "IDEARIOS POLÍTICOS", QUE A FIN DE CUENTAS SEGUIRÁN SUPONIENDO ESTAR SOMETIDOS A LA DICTADURA EN LA QUE SE HA CONVERTIDO EUROPA.

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