Los españoles, como gran parte de los demás
ciudadanos de países de la UE, estamos convocados mañana a unas elecciones
europeas, y aquí en España estamos en el habitual día de reflexión, en el que
el ruido propagandístico electoral debe cesar para que la ciudadanía haga las
necesarias cuentas antes de emitir su voto.
Sin embargo, lo difícil en este momento es
poder hacer una reflexión objetiva, pues no podemos ser objetivos en la medida
que vivimos inmersos en nuestra sociedad (actualmente afectada de una grave
crisis –que parece estar terminando, pero aún no hay constatación de tal
hecho-, que ha llevado un profundo sufrimiento en estos últimos cinco o seis
años a la mayoría de la sociedad española), y por consiguiente esa experiencia
late en nuestra mente, en nuestro sentimiento, y naturalmente ha de latir en
nuestra reflexión.
No se trata de culpas, pues el origen del mal
de las crisis del capitalismo, parece ser sistémico, y por consiguiente serían
cíclicas, en función de la generación de excedentes de producción que no
tuvieran su pretendida colocación. Por tanto, no es esa la cuestión. Esta creo
que estaría en función de una doble consideración, por un lado la forma de
reaccionar ante la crisis, la terapia económica que se aplicó –o incluso la que
la oposición propuso, y naturalmente no se aplicó, por obvias razones-, la
libertad de poder prescribir soberanamente como país libre una decisión
colectiva de políticas consensuadas que afronten la crisis; y por otro lado, ¿qué
futuro nos espera?, ¿cual es la propuesta de cada formación política, para los
próximos años?. Y por encima de todo, ¿tiene solvencia de credibilidad cada una
de esas propuestas de futuro?.
La cuestión no es fácil, entre otras cosas,
porque sería un error ver estas elecciones en la sola clave nacional (como en
gran medida se ha estado planteando por los principales actores políticos
españoles). Hay que analizarla en clave europea (desde la que la vida española
también se ve afectada), pero la perspectiva es distinta. Por consiguiente, se
ha echado en falta en los debates y proclamas electorales de los principales
partidos (PP-PSOE), discursos tan necesarios como ¿cual es el giro que está tomando
la UE, desde la proclamada “Europa Social”, la “Europa de los ciudadanos”, “solidaria”,
etc., de cierto tinte internacionalista a posturas de enrocamiento nacional?,
¿qué piensan hacer sobre ese particular?, ¿se puede recuperar el inicial proyecto
europeo, o es claramente inviable?. Pues la crisis ha expuesto públicamente las
“vergüenzas” de la UE (insolidaridad, creciente paro, discriminación nacional,
neocolonialismo germánico, prioridad financiera sobre la ciudadana, e
incremento de diferencias sociales, etc.).
Sin embargo, en la campaña electoral, más
allá de las “proclamas propagandísticas”, luego arteramente desviadas hacia un
debate interno más artificial que real, sobre la torpeza de unas declaraciones del
candidato conservador, han privado a la ciudadanía del auténtico debate de
fondo sobre la UE, su pasado, su presente y su futuro. Si realmente tiene
futuro, tal como se vienen desarrollando las cosas.
Para colmo, tal es la actual desafección
ciudadana de la clase política en España,
que faltaba que haya concurrido una final de fútbol europea entre dos equipos
españoles, para que estos le hayan dado por completo la espalda al monótono y
vacuo discurso político para meterse de lleno en la competición deportiva. Algo
que también demuestra el bajo grado de concienciación y compromiso de la
ciudadanía española con el interés común, propio de nuestro depauperado sistema
democrático de baja calidad, como se le viene definiendo por expertos en
ciencia política. Ante lo cual, se espera una amplia abstención.
Sin embargo, parece clara una cosa, que hay
un bloque de partidos que consideran que el actual sistema político de la UE es
válido, y lo que se trataría sería de votar alguna de las diversas opciones que
así piensan, para que se rectifique ligeramente el rumbo de la UE, pues ello
sería suficiente. Pero por otro lado, hay otro bloque de partidos que
consideran que el actual sistema de la UE es inasumible, por su alto
distanciamiento de la ciudadanía, que deja en manos de élites de poder
(económico, y político) la gobernabilidad europea, pervirtiendo la auténtica
democracia que debería regir para que llegara a ser la auténtica “Europa de los
ciudadanos”, y en esa línea parecen pretender sistemas alternativos (que son
descalificados por los partidos oficialistas como “antisistema”), pero que deberían ser oídos por el cuerpo
electoral para poder analizar y contrastar sus propuestas con las de los grupos
oficialistas, y al final, que decida el “pueblo soberano”. Algo que no sólo no
ha sucedido, sino que parece que tampoco ha habido demasiada voluntad para
ello.
En cualquier caso, veremos mañana el
auténtico resultado del voto europeo, ¿en qué medida refrenda o no el actual
rumbo político de la UE?, y en razón de ello, ¿en qué medida obliga a su
rectificación, o por el contrario ratifica su mantenimiento?. Pues tal es la
clave de estas elecciones, que además de tal manera nos afectarán, ratificando
las políticas de ajuste duro económico, de austeridad que vienen ejecutándose
varios años con los dramáticos resultados socio-económicos, que no parecen
llegar a justificarse en sus propios logros de progreso económico, que se
demora a varios años más (especialmente la recuperación del empleo); o si por
el contrario, se abandona ese esquema de acción y se acometen auténticas
medidas de fomento de empleo (con cambios fiscales, monetarios y de gasto
público), como prioritario.
¡La UE empieza a jugarse su propia
credibilidad en una Europa que ha pasado del “euroentusiasmo” al “euroescepticismo”.
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