viernes, 26 de septiembre de 2014

GALLARDÓN, QUE PARECEÍA INCOMBUSTIBLE, SE MARCHA QUEMADO


La dimisión de Alberto Ruíz Gallardón de la política activa, abandonando el Ministerio de Justicia, su puesto de Diputado y sus cargos políticos en el PP, en lo que anuncia como un abandono definitivo de la política, está dando mucho que hablar, debido a que Gallardón era uno de los activos políticos más notables de la derecha, con una brillante trayectoria política –aunque no tanto en la gestión pública- en la que siempre manifestó una importante ambición política, pero en la que no le faltaban importantes y cada vez más numerosos enemigos políticos.
Gallardón, cuya vida profesional en la política viene de lejos, de la mano de su padre y del propio Manuel Fraga Iribarne, se inició como uno de los “cachorros” más preeminentes de la derecha de la época de la transición, que con el tiempo fue evolucionando hacia posiciones de gran pragmatismo político en el ánimo de alcanzar y mantenerse en el poder.
Así con la reorganización de la derecha desde AP al nuevo PP, con el nuevo liderazgo de Aznar, cuando empezaron a coger parcela de poder institucional (tras la debacle de UCD, y el deterioro de un PSOE de tres lustros de poder ) llegó a lograr la presidencia de la Comunidad de Madrid, que pronto se le antojó poco, aspirando a la alcaldía de la capital de España que logró seguidamente, donde ha realizado gran parte de su gestión política, que aunque ha remozado Madrid, sin embargo la ha embarcado en una inmensa deuda pública local sin precedentes.
Por otra parte, su egolatría y ambición política le llevó pronto a colisionar con otros compañeros de viaje con los que competía por el acceso a puestos clave del poder político, dando lugar a una lucha fratricida con Esperanza Aguirre, a la sazón presidenta de la Comunidad de Madrid durante años, y actual presidenta del PP madrileño, con ostensibles enfrentamientos públicos y generación de grupos de secuaces enfrentados en el PP madrileño, entre los seguidores de Gallardón y los de Aguirre, que tanto daño han generado en la conveniente unidad y disciplina de partido en el PP madrileño.
Ultimamente, con el acceso de Rajoy al ejecutivo nacional, Gallardón no tardó en postularse como ministrable, pues la alcaldía madrileña se le quedaba corta, y su ambición le llevaba a acercarse al ejecutivo para abrirse camino en la política nacional, y posicionarse como alternativa de poder al propio Rajoy, pero acaso su ambición política, su intemperancia, quizá su falsa confianza en sí mismo y en su poder, le llevó a presentarse como un “verso suelto”, de hecho su estrategia de imagen hizo que se presentara habitualmente como liderando el “sector progre” del PP, quizá más por estrategia política que por convicción buscando la proximidad al centro izquierda para pescar en el electorado liberal progresista o incluso socialdemócrata.
Sin embargo, esto último no le impidió asumir recientemente –ya en el Gobierno- el rol más conservador del PP, promoviendo de forma muy personal, la reforma de la ley del aborto, que tanta contestación ha tenido en la izquierda, con su consiguiente reacción en la propia derecha más conservadora, que ha hecho reflexionar a Rajoy en sus cálculos electoralistas, para decidirse por prescindir de la anunciada reforma legal del aborto, ante lo que Gallardón se ha visto desautorizado, políticamente abandonado y en gran medida utilizado y quemado, ante lo cual ha tirado la toalla y abandonado una prometedora carrera política, con sus luces y sombras, especialmente en la gestión, pues si criticada fue su gestión municipal en el Ayuntamiento de Madrid, no menos lo ha sido su paso por el Ministerio de Justicia, donde logró enfrentarse a jueces, fiscales, y funcionarios de la Administración de Justicia, por su ley de tasas judiciales, y también por su reforma de la oficina judicial, que entre otras cosas ha entregado los registros civiles a los registradores de la propiedad. Y es que haber aprobado las oposiciones a la carrera fiscal no conlleva necesariamente tener una buena visión de las necesidades de la Administración de Justicia, especialmente si apenas se ha dedicado tiempo en su discurrir biográfico al ejercicio fiscal en los Tribunales de Justicia.

De todas maneras, como en el caso de la despedida política de Esperanza Aguirre, que comentamos que no creíamos fuera definitivo, también nos cuesta trabajo reconocer en el portazo de salida de Garllardón una decisión definitiva e irrevocable de terminar con una carrera política que parece haber constituido el leiv motiv vital del mismo, ante lo que pronto echará en falta su vocación vital política.

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