domingo, 17 de mayo de 2015

EL “TIBERIO” ANDALUZ: RESULTADO DE LA FALTA DE LIDERAZGO


                El artero adelanto electoral en la autonomía andaluza por parte de la presidenta de su Susana Díaz, so pretexto de mejorar la gobernabilidad, que por cierto tenía concertada con IU, la ha abocado a un exiguo triunfo por mayoría simple, reportándole 47 escaños (conservando los que tenía en la anterior legislatura) pero lejos de la mayoría absoluta que se sitúa en los 55, con un desplome del PP que obtuvo 33 escaños (de 50 que tuvo la anterior legislatura), con la concurrencia de las nuevas fuerzas políticas  Podemos con 15 escaños y Ciudadanos con 9, quedando IU con 5 escaños (de los 12 que tenía anteriormente), que le obliga a consensuar acuerdos para poder gobernar, bien en coalición, bien en solitario.
                Dado que el sistema es parlamentario, no gana las elecciones la fuerza más votada –de no sacar mayoría absoluta-, pues en tal caso se ha de construir una mayoría estable de gobierno sumando escaños obtenidos hasta el logro de una mayoría absoluta por acuerdo político, que haga estable la gobernabilidad, o bien por el contrario, mediante el apoyo, o no oposición en la investidura por mayoría simple, que supone necesariamente una mayoría inestable de gobierno, en todo momento sometida al férreo control de la mayoría en contra de la Cámara, que se tiene que poner de acuerdo para generar un alternativa de gobierno, no siempre posible. O finalmente, si esas circunstancias no se da, habría que ir a una nueva convocatoria de elecciones para dirimir un resultado que propicie el una mayoría de gobierno necesaria.
                Por consiguiente, de entrada nos parece que Susana Díaz erró en el cálculo de sus posibilidades de triunfo electoral con mayoría suficiente de gobierno, y el adelanto que procuró al resto de las elecciones locales y autónomias, la ha situado en una complicada encrucijada, ya que de los posibles apoyos (descartando al PP cuyo apoyo, en principio sería “contra natura”, y a IU despechada por el estratégico adelanto electoral, además de dolida por su espectacular caída de representación –que tampoco alcanzaría por sí sola el apoyo suficiente para la ansiada mayoría absoluta-) se reduce a Podemos y a Ciudadanos, que fueron denostados en campaña como competencia electoral por el PSOE, para el que los primeros consideran parte de su denunciada “casta política” del sistema bipartidista, planteamiento análogo en lo que contra el bipartidismo tiene también Ciudadanos. Pero sobre todo, porque ambos partidos imponen serios condicionantes al PSOE de lucha anticorrupción –que centraron en los dos símbólicos dirigentes socialistas andaluces: Chaves y Griñán, pendientes de investigación judicial por el Tribunal Supremo, con exigencia de abandono de sus respectivos aforamientos y de cargos públicos, que tan duro se le hizo a Susana Díaz que se “crió políticamente” con ellos, a los que también políticamente heredó-.
                Además, en el momento actual, en plena campaña electoral, como probablemente después por la siguiente convocatoria de las elecciones generales, cualquier movimiento de apoyo se puede interpretar políticamente como condescendencias incoherentes contra el bipartidismo y su “casta política” que denuncian Podemos y Ciudadanos, por lo que el arreglo estratégicamente es difícil, sin pagar un precio político en las urnas.
                Sin embargo, la situación genera en Andalucía un “Tiberio” de magnitud, por cuanto la falta de gobierno lleva a la mayor autonomía española a una situación de transición, de interinidad que no es buena para el interés general de los andaluces, pero en esto Susana Díaz no puede eximir su propia responsabilidad al ser el origen del problema generado, y mucho menos trasladarlo a otros partidos, que no hacen sino mantener con coherencia sus postulados públicamente defendidos. Pues mal empezarían, si a las primeras de cambio empezaran a excusarse y a hacer lo contrario a lo prometido, como nos tienen acostumbrados a hacer el PP y el PSOE, por más que digan que hicieron lo que tenían que hacer. Ese argumento no se fundamenta si es contrario a lo mantenido para la obtención del voto y subsiguiente representación, pues en tal caso, lo honesto es volver a convocar elecciones.
                Pero al mismo tiempo, lo que está revelando esta crisis política andaluza es la falta de auténtico liderazgo de Susana Díaz, a quien ya se le presentaba como la nueva “lideresa socialista del país”, e incluso sus patrocinadores y “palmeros” políticos no han parado de darle coba y presentarla como el auténtico relevo al frente del PSOE, cuando con sólo revisar su biografía se evidencia que es producto y diseño político interno que poco a poco ha ido progresando por la vía interna a las instituciones autonómicas accediendo al ejecutivo andaluz, donde finalmente ha sido la “delfín” de Griñán al que heredó políticamente. En virtud, de lo cual, dada la notable influencia del socialismo andaluz en el PSOE, “de oca a oca, y tiro porque me toca…”: la posicionaron en pugna con el Secretario General socialista en Ferraz, Pedro Sánchez. Sin embargo, ha bastado la primera oportunidad para verificar que no tiene madera de liderazgo político, como se está viendo en el manejo de la crisis que tiene actualmente encima.
                Además, cabría recordarle tanto al PSOE de Susana Díaz y al PP de Rajoy, sobre sus respectivas pretensiones de gobierno del partido más votado, que tal medida –no prevista actualmente así en la ley- es contraria al planteamiento del sistema parlamentario por el que se rigen nuestras elecciones en los diferentes niveles representativos (Cortes, Asambleas legislativas autonómicas, Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos), pues se eligen diputados, senadores, diputados autonómicos o provinciales y ediles. Los ciudadanos no eligen la conformación de los diferentes gobiernos de forma directa, sino indirecta, ya que el número de los diputados o ediles elegidos votan la confianza para la conformación de un gobierno (nacional, autonómico, provincial o local), y para ello se ha de contar con la mayoría de los electos, especialmente hacia una mayoría absoluta de gobierno estable. La razón de este sistema viene dada para contemplar –en el caso de inexistencia de mayorías absolutas- la conformación de consensos mayoritarios que cuenten con la mayor participación posible por diversa que sea.

                Por consiguiente, hay que ser coherentes con las reglas del juego, tanto cuando se obtiene mayoría absoluta, como cuando no se logra y se necesita la negociación y el consenso para conformar mayorías y gobernar, tal es así el mandato dado por los ciudadanos en las urnas cuando sucede este reparto de escaños en diversas fuerzas políticas, y ello no tiene por qué ser ni mejor ni peor que las mayorías estables de gobierno (que vemos actualmente, en nuestro país que han traído consigo cierto grado de descontrol de la acción del gobierno que ha venido a facilitar en cierto modo la corrupción política).

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