domingo, 31 de mayo de 2015

LAS PITADAS AL HIMNO NACIONAL: SIGNO PATOLÓGICO POLÍTICO SOCIAL


             Llegada la final de la Copa del Rey de fútbol, nuevamente asistimos a una monumental pitada del himno nacional en presencia del mismo Jefe del Estado. El escenario se repite, casualmente en Barcelona en un encuentro de la final de copa entre el FC Barcelona y el At. de Bilbao.
            La pitada, que alcanzó los 119 decibelios, impidió la audición del himno y representó una gran falta de respeto, como mínimo, y de civismo, en tanto que el himno como la bandera y el escudo nacional son símbolos del Estado que es la base actual de nuestra convivencia cívica en el interior, así como signos de identidad común hacia el exterior.
            Sin embargo hechos como el comentado, representan una grave patología política y social de nuestro país, pues no es normal que la propia ciudadanía de cualquier Estado (que en definitiva es un proyecto común de convivencia) pite, abuchee, denoste y falte al respeto de sus propios símbolos nacionales, que son los que otorgan identidad común a nuestro Estado, que hizo gran historia siendo grande entre los grandes, conformando el antiguo Imperio español en otros tiempos, y que sin embargo, fruto de la propia decadencia interna ha llevado a nuestra comunidad estatal a un progresivo deterioro y pérdida de fortaleza, por nuestros “propios demonios internos” (divisiones regionalistas, rivalidades nacionalistas secesionistas, etc.), que no han tenido un adecuado tratamiento político, sino que por el contrario han sido el caldo de cultivo de las diferencias más torpes y lacerantes, que lastran el futuro del Estado, el despegue económico y desdibujan la realidad interna española.
            Por tanto, compartimos la nota de protesta gubernamental sobre este reiterado incidente, y apuntamos que más allá de las barajadas medidas coercitivas, parece muy necesario emprender una nueva pedagogía política de civismo y ciudadanía para todos los escolares del Estado, poniéndole límites a las acciones de deslealtad política de los nacionalismos secesionistas, y haciendo cumplir la ley en toda su extensión. Pues cuando esto sucede de forma reiterada, parece claro que algo se ha hecho mal en la política española, pues tal hecho es un síntoma de patología social, de peligrosas fisuras en nuestra convivencia.
            Al propio tiempo, en el orden deportivo parecería necesario adoptar algunas medidas cautelares, ante estos reiterados hechos, que más allá de las multas gubernativas correspondientes supusieran la exclusión como sedes de este tipo de eventos deportivos durante varios años.

            Pues este espectáculo lamentable y triste supone una falta de respeto a nuestro proyecto comunitario, nuestro proyecto de Estado-Nación, el incumplimiento de la legalidad vigente, la falta de respeto a lo que representa la Nación española y a todos aquellos que dieron su vida por hacer realidad nuestro Estado que hace posible nuestra propia convivencia interior (servicios públicos, seguridad, justicia, educación, sanidad, servicios sociales, etc.), la igualdad de todos los españoles ante la ley, y la defensa de nuestra comunidad estatal en el exterior (defensa y servicio exterior). Algo con lo que no se debe jugar, ni permitir que lo hagan desde el mimetismo colectivo. Y ello, pese al respeto a las minorías, que merece cualquier ideología y discurso, expresado con respeto, sin imposición y democráticamente testado. Pero lo ocurrido ayer en Barcelona, ¡nunca más…!. El Estado tiene la obligación de impedirlo, anticipándose a ello.

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