domingo, 2 de enero de 2011

CASCOS: LA DIMISIÓN DE LA DESAFECCIÓN



             El “cainismo político” es una realidad, sea cual sea la formación política a la que nos refiramos, puesto que las facciones dentro de los partidos pelean por la consecución del poder interno, para seguidamente dar el salto al poder institucional, que es el auténticamente pretendido.
            Así se conocen comentarios de políticos en activo, que afirman que su mayor enemigo es el compañero de filas, más incluso que el adversario político, de hecho conocido es el dicho de “al suelo que vienen los nuestros…”
            Aunque no es menos cierto que hay algunos políticos que han estado durante años en primera fila, y mantienen su pretensión de seguir en la “pomada” pese a quien pese. O sea, que o mandan o se van. Y esto parece haber sido lo que le ha pasado a Álvarez Cascos, quien fuera mano derecha de Aznar en la conquista del poder, y que como secretario general llevara con rigor la disciplina interna de un PP en el que había un liderazgo, que pese a errores, marcó una línea política de aciertos en España, especialmente en su labor gestora al frente de la Administración del Estado que venía del largo ciclo de Felipe González no exenta de dificultades financieras.
            Ese PP que también tuvo sus “luces y sus sombras”, pues tras la primera brillante legislatura, sucedió una segunda en la que la mayoría absoluta cegó en gran medida sus anteriores capacidades negociadoras, y devino una etapa de imposición, de acercamiento a Bush con la conclusión de la foto de las Azores y la entrada en el conflicto iraquí, aunque hubo sus discretas disensiones internas, que no evitaron el talante arrogante y cesarista de Aznar, quien junto con el acierto de marcharse, erró en la pretensión de nombrar a su sucesor, pasándose por el “forro de la chaqueta” a toda la militancia del PP –que después claudicaría confirmando su dictatorial decisión en el vergonzante congreso de Valencia-, dando lugar a la etapa de Rajoy, que lo primero que hizo fue quitarse de encima la “vieja guardia” del PP, dando paso a nuevas incorporaciones en Génova. Pero se consumó, con ello una decisión antidemocrática, pues Aznar designó y los compromisarios confirmaron, de forma que se desterró cualquier atisbo de democracia interna en el PP.
            Y miren Vds. por donde, el Sr. Cascos, al cabo del tiempo decide presentarse en su feudo regional –que ya estaba ocupado- para reiniciar su carrera política, y se ha encontrado que al no existir un sistema de elecciones primarias, con listas abiertas, todo lo controla el aparato. ¡Parece mentira que Cascos no contara con eso!. Lo que ocurre, es que aún no se crea cómo no ha contado con el favor de Rajoy, que una vez más “se ha puesto de perfil” y lo ha abandonado a su suerte, perdiendo el proceso de designación de “jefe del PP asturiano”, a favor de una concejala de turno del lugar.
            Si tanto Cascos como Aznar en su día, hubieran apostado por las elecciones primarias en el PP, además de haber sido coherentes con el sentimiento democrático que afirman tener, hubiéramos visto la fuerza real de Álvarez Cascos en Asturias, como también hubiéramos visto la fuerza interna de Rajoy frente a otros dirigentes del PP no menos válidos que este. Pero cuando se tiene el poder, como entonces lo tuvieron Aznar y Cascos no se piensa en compartirlo, y mucho menos que algún día hubieran de recurrir a procesos electorales internos. ¡Grave fallo…!.
            Así las cosas, Cascos derrotado por el aparato del partido y abandonado por Génova, él que casi todo lo fue, no ha visto otra salida que “abrirse las venas”, quitándose de en medio mediante la baja en el partido, so pretexto que lo han tratado mal. Excusa poco válida en un “político de raza”, por más que le duela en el orgullo, tendría que haber aguantado para cambiar las cosas desde dentro. Lo que ocurre, que este tipo de personas que han sido importantes, o vuelven a serlo o abandonan. De donde se infiere que tampoco contemplan la política como un servicio a la sociedad, pues si así fuera mantendrían sus convicciones contra viento y marea.
            Pero quizá sean los desafectos lo que más duela en estas situaciones, por lo que tiene que ser duro comprobar la realidad de una desafección, cuya amistad o aprecio, quizá nunca existió.
            La duda está en si ¿Cascos no encabezará alguna operación política en paralelo ante este desengaño político, pues la baja parece poco meditada en las razones que se aportan?.

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