martes, 8 de noviembre de 2011

RAJOY – RUBALCABA UN DEBATE LIGHT


Ayer se celebró el anunciado debate culmen de la campaña electoral entre los líderes de las dos principales fuerzas políticas, Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE) y Mariano Rajoy (PP), entre los fastos preparados por los máximos gurús de los medios audiovisuales de la Academia de TV, moderados por Manuel Campo Vidal.
El evento aunque despertó el tradicional interés informativo, y en particular por la difícil situación económica y política de la UE, sin embargo apenas se entró en profundidad de los principales problemas que aquejan a los españoles. Sirviéndose un “producto light”, en el más puro sentido electoralista, sin que ninguna de las partes profundizara realmente en sus análisis, ni mucho menos en sus fórmulas para solucionar la problemática que se iba enunciando.
Con todo, resulta que el representante socialista tenía de partida una difícil labor, dada la torpeza de su gobierno en el afrontamiento de la crisis económica, que nos ha supuesto ser el país con mayor paro laboral de la UE. Además que el afrontamiento de la agenda política de Zapatero por mor de presumir de progresismo de salón, sin embargo no ha tenido una decidida defensa social, como prueba el hecho de la última deriva de su política laboral que le supuso la respuesta sindical de una Huelga General. Lo cual, ha supuesto que cunda el desencanto en los sectores de la izquierda política –que mayoritariamente ha representado el PSOE-, pues este sector social no se considera adecuadamente atendido por los socialistas con las políticas de los últimos años, habiendo dado como consecuencia una importante desmovilización del voto de izquierdas, como se puso de manifiesto en las pasadas elecciones autonómicas, en las que triunfó abrumadoramente la derecha. Por tanto, difícil labor la encomendada a Rubalcaba para que se haga merecedor del voto de ese sector desmoralizado, desmotivado, con sentimientos de abandono y pérdida en la crisis.
Por su parte, el representante del PP afrontaba el debate acariciando el triunfo anunciado por las encuestas, aunque más que por mérito propio y de su grupo, por el puro desgaste del gobierno socialista, a los que tampoco les ha prestado apoyo eficaz como oposición en esta difícil situación. Pero que sin embargo, para asegurarse el triunfo, no acaba de desvelar los procedimientos que piensa emplear en la acción de gobierno para salir de la crisis, con el fin de no asustar a la clientela política, y de no movilizar el voto en contra de la izquierda desmovilizada.
Sin embargo, fue a ese punto oscuro al que dedicó su empeño Rubalcaba para poner en claro ciertos puntos del programa de gobierno popular que –dentro de su redacción ambigua- pudieran entenderse como modificaciones al sistema de protección del desempleo, a las pensiones, o a la financiación de la sanidad y la educación; así como a las propuestas de reforma de la negociación laboral que hace el PP, que los socialistas califican de cesiones a la patronal y desarme de la protección social y laboral de los trabajadores. Siendo en esto muy hábil Rubalcaba, pues consiguió sacar de su guión a Rajoy y llevarlo varias veces a esos puntos conflictivos que no fue capaz, o no quiso aclarar.
Pero eso no exonera, la fácil crítica –por evidente- del fracaso de las políticas de empleo socialistas, cuyo anterior lema, para más Inri era “por el pleno empleo”, que ha podido pasar a la historia más como un brindis al sol que como una realidad lograda, por los perniciosos resultados conseguidos, que no pueden dejar indemne a cualquiera.
Más allá de todo esto, apenas se pudo evidenciar que se trataba de dos formulaciones distintas para acometer la crisis económica, la de la predicada austeridad del PP, y la de una austeridad amortiguada para preservar el “Estado del Bienestar” del PSOE. Cada una de estas formulaciones tiene sus pros y contras respectivos, y en todo caso, requiere de una mayor concreción que la que se dio por parte de ambos candidatos, así como precisa la colaboración de la ciudadanía  y de los poderes del Estado –agentes sociales, fuerzas políticas e Instituciones Públicas-, de forma consensuada a modo de un necesario “pacto de Estado” que fije el rumbo de la nave estatal sin mayor demora, con todo el impulso posible. Pero sin que se “quemen motores” en el esfuerzo, pues no sería justo ni razonable.
Así las cosas, cada cual que reflexione la fórmula con la que se identifica, por considerarla más razonable para aplicarlas en el momento presente, y de forma decidida emita su voto.
En este punto, partimos del análisis de lo que apreciamos en el debate, según la “fórmula a dos” –de los partidos más representativos-. Pero también no podemos, ni queremos obviar las múltiples opciones que ofrecen otras fuerzas políticas con menor representación, cuyos mensajes están al alcance de cualquier ciudadano mínimamente interesado en informarse, especialmente en la actualidad con los medios informáticos y las nuevas tecnologías de la información que facilitan todo tipo de aporte documental de cualquier tipo de fenómeno social. Aunque habrán de considerar, que por imponderables legales – más concretamente de la ley electoral vigente- el voto individual no suele tener el mismo valor efectivo según la opción, o el lugar donde se emita. De forma, que quien emita su voto a las opciones minoritarias, salvo que resultaran finalmente mayoritarias, su peso específico quedaría diluido, al perder valor relativo, respecto de los que se formulen a las fuerzas mayoritarias –que resultan primadas en el cómputo resultante de la ley electoral-. Detalle que también habrán de tener en cuenta aquellos votantes no especialmente comprometidos, ni cautivados por ninguna fuerza política concreta, pero sí orientados en cuanto al sentido del voto dentro del espectro político de izquierda y derecha; en cuyo caso, habrán de tomar en consideración el denominado “voto útil”, entregando su voto a alguna de las dos fuerzas mayoritarias que representan las dos grandes formulaciones a las que nos hemos referido.
Con todo, no nos parece que el debate haya sido determinante para un vuelco en la intención de voto. Si bien, creemos que la estrategia de Rubalcaba de poner en evidencia ciertos riesgos sociales en los cambios atisbados en el programa del PP, ha podido llegar a lograr su pretensión de movilizar el voto de izquierdas desmotivado, aunque no lo haya logrado plenamente. Y así será determinante, la vivida necesidad de cambio en la adopción de medidas eficaces de nos saquen de la crisis y activen la vida económica, algo en lo que parece que también el PP ha conseguido el objetivo de presentar esa necesidad ante la opinión pública, unida con un cambio de gobierno. Sentimiento que irá creciendo en la medida en que se agrave la situación de la UE con Grecia e Italia en situación comprometida, que puede arrastrar también a España, y que por desgracia lejos de arreglarse, por días se va agravando. Lo que revela la importancia de los errores del actual gobierno socialista en su gestión de la crisis, y por ende la necesidad de un cambio.

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