lunes, 21 de noviembre de 2011

GANA LA DERECHA EN ESPAÑA, ANTE LA INSENSIBILIDAD DE LOS MERCADOS



Abrumador triunfo del PP, con fuerte descenso del PSOE, y cabida de otras opciones políticas en el Parlamento, tanto nacionales (UPyD, IU) como nacionalistas (PNV, AMAIU, CIU, ERC), que matizan una mayoría absoluta de la derecha triunfadora de tendencia centrípeta, hacia posiciones periféricas centrífugas, no siempre cooperativas en la acción de Estado.
El electorado ha castigado los errores del anterior Gobierno socialista, especialmente el fracaso que ha tenido en política económica con un paro de casi cinco millones de personas; que acosado por los mercados de la deuda, le han puesto contra las cuerdas en diversas ocasiones, y que la oposición de derechas –ganadora de las elecciones- no ha dejado pasar inerme por su continua labor opositora de desgaste, buscando la confrontación electoral, conocedora del posible rédito que le podía reportar, como realmente ha sido.
Ahora bien, una vez alcanzado el poder legítimamente, de forma amplia, el PP tiene ante sí una dura labor por cuanto habrá de hacer difíciles equilibrios internos y externos, para no tensionar la situación político social con los necesarios recortes económicos, y al tiempo ganarse la confianza de los acreedores de la deuda española, para que dejen de estrechar el cerco sobre la economía española, y hagan posible su viabilidad con la consiguiente salida de la crisis actual.
Así, Rajoy habrá de granjearse un liderazgo nacional de consenso de la sociedad española, que le permitan aplicar una cirugía eficaz en el recorte del gasto público, y en la reducción de las Administraciones Públicas, al punto de tener que recomponer el inviable sistema autonómico generado en la transición política del final de los años setenta del pasado siglo; pero al mismo tiempo, también habrá de ganarse el respeto de los líderes europeos, especialmente de los que tienen influencia directa en los acreedores bancarios, especialmente franco-alemanes, para que le permitan hacer los reajustes necesarios, pero de forma indolora que no altere la paz social interna.
Y así, aunque ayer Rajoy decía que no cabían milagros, no es menos cierto que propagó una especie de hipótesis durante la campaña electoral, según la cual, con un cambio de gobierno que diera más seriedad y rigor, los mercados se calmarían y darían confianza al país. Pero tal hipótesis se ha revelado equivocada el primer día posterior al relevo electoral, en que los mercados han mantenido la prima de riesgo sobre los 460 puntos sobre el bono alemán, y la bolsa ha caído más de un 2%. Por tanto, nada de nada. El dinero sólo atiende a razones económicas, apenas políticas, y menos sentimentales.
Por consiguiente, esperando haya estado más acertado en sus otras hipótesis sobre la recuperación económica –por el bien del propio país-, habremos de estar atentos a la adopción de medidas reales y eficaces que den seguridad en medio de tanta inestabilidad de una economía que en un par de años se ha ido desmoronando sin que se haya llegado a dar con la solución de su restablecimiento.
Además, una vez que se ponga a hacer arreglos en el país, sería oportuno que empezara por pactar una reforma de la ley electoral, aunque sólo sea en la consideración del Estado como circunscripción única, pues es escandalosamente injusto para un país que se precie de democrático, que formaciones como AMAIUR con 333.628 votos (1,37%) tenga 7 diputados, PNV con 323.517 votos (1,33%) tenga 5 diputados, CIU con 1.014.263 votos (4,17%) tenga 16 diputados, en tanto que IU-LV con 1.680.810 votos (6,92%) tenga 11 diputados, y UPyD con 1.140.242 votos (4,69%) tengan 5 diputados –sin poder obtener grupo parlamentario propio-. Estas sonoras diferencias, con un tratamiento diferente, y consecuentemente injusto. Supone que en España el valor personal del voto de cada ciudadano no tiene el mismo valor, y eso es muy grave en democracia, porque representa una importante e injusta fractura de representación, que además favorece a los partidos autonómicos –que curiosamente son los que menos interés de Estado Nacional manifiestan-, lo cual es torpemente nocivo para la política propiamente española.
Así pues, el PP tiene una ingente labor de gobierno por delante, nada sencilla, que habrá de ir gestionando con mucho tacto, reconociendo los posibles aliados en la defensa del Estado, a los que necesitará para los necesarios cambios económicos y políticos, así como para la administración de la “paz vasca”, que el PSOE en sus veleidades políticas no llegó a concretar, pues ni la ETA ha entregado las armas, ni hay más que una vaga declaración de intenciones de abandono de la lucha armada, a cambio de lo cual, el Gobierno de Zapatero abrió los cauces democráticos para esos sectores políticos vascos que encima están hiper-representados en el Congreso. Ante los que el nuevo Gobierno debe actuar en un difícil equilibrio entre una frágil paz, y una escasa integración política, dados sus contumaces planteamientos de autodeterminación, que para más inri tienen un efecto contagio en el nacionalismo catalán, más mercantilista que militarista.

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