domingo, 13 de noviembre de 2011

LA OBLIGADA RETIRADA DEL “BERLUSCA”


Por fin se marcha Berlusconi (“Berlusca” para sus compatriotas críticos), tras más de tres lustros rigiendo la política italiana, aprovechando la profunda crisis en que cayó el país transalpino con el escándalo de “tangentápolis” que hizo que el régimen republicano instaurado tras la II Guerra Mundial se tambaleara, al caer los dos grandes partidos (democristianos y socialistas) fruto de una serie de tramas corruptas.
En esa situación, un avispado empresario, con su inmenso poder mediático, vio la posibilidad de acceder a la política con su nuevo partido “Forza Italia” creado para reagrupar a la derecha italiana, y realmente consiguió su objetivo, pues ha estado en el poder de forma permanente todo este tiempo.
Sin embargo, el pueblo italiano ha podido apreciar lo nefasto que son estos mesías de la política, instalados en un fácil populismo, que aprovechan las crisis políticas para medrar presentándose como los salvadores, ante la debacle y el desencanto general. Puesto que, en el caso de Berlusconi pronto se pudo apreciar el peligro aproximar, o más bien mezclar, intereses generales con los particulares, pues esto le ha granjeado un continuo litigio con la Justicia italiana, a la que pudo esquivar con su omnímodo poder presidencial y mediático, pero que finalmente no parece que vaya a poder eludir, para bien de la República Italiana.
Pronto la excentricidad del que se sabe ganador, triunfador, en todos los campos (empresarial, político, económico, social, mediático, etc.), al que todo le está permitido, hace aparición en la escena pública, llevando impúdicamente sus secretos de alcoba a la plaza pública. De ahí su estruendosa separación, sus inconfesables guateques, en los que al parecer ha participado hasta una menor, como si se tratase de un patético remedo de la decadencia del Imperio Romano; o presentándose como chistoso con poca gracia. Entre tanto, Italia que era una de las mayores economías mundiales, se ha ido sumiendo en una serie de gastos extraordinarios, y en tal estado de desidia que le ha llevado acometer una profunda deuda económica que le ha puesto al borde del precipicio y de su cuestionamiento internacional, especialmente de sus socios de la UE, ante los que ha levantado graves recelos de viabilidad económica.
Sin embargo, se ha resistido a marcharse, pero paradójicamente no lo ha echado ni la política, ni la justicia –que ha podido neutralizar-, ni tampoco los escándalos privados, en un país ya “curado de espanto”. Han tenido que ser sus propios colegas de las finanzas los que han forzado su caída, ante la evidencia de su poca credibilidad sobre la adopción de medidas de austeridad y recorte que habría de afrontar, y que el “cabaglieri” no parecía estar muy dispuesto a asumir; conocedor de que dichas medidas, antes o después le acabarían por enfrentar a una masa social aquietada en su mediocridad de un domesticado “bienestar”, que ha extendido el sopor por la sociedad europea que contempla pasiva cómo le “dan el cambiazo” en sus propias narices, y es incapaz de reaccionar.
Así tanto en Italia como en Grecia, los poderes fácticos europeos han cambiado los gobiernos, sin que los ciudadanos hayan dicho ni pío. En España, al menos podemos votar la próxima semana, otra cuestión es la confusa, opaca y contradictoria oferta electoral, entre la que el ciudadano debe elegir, como el que juega a la lotería, suponiendo que poco o nada bueno le tocará.

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