Se ha extendido en la opinión pública
mundial que el triunfo de Francois Hollande en las presidenciales francesas va
a suponer un importante cambio de rumbo en la actual política económica en la
zona euro, en virtud de sus propias declaraciones de cambio durante la campaña
electoral, y la sentida necesidad de un cambio de rumbo –o al menos atenuación
en el mismo- de la política económica europea dirigida por la canciller alemana
Ángela Mérkel refrendada por el expresidente francés Nicolás Sarkozy; sin
embargo esta pretensión está aún por ver, ya que el margen que se le atribuye
al nuevo inquilino del palacio del Eliseo es escaso, y está por demostrarse que
realmente Hollande plantee un liderazgo de reequilibrio en la política europea
marcada casi en solitario por Alemania.
La mala situación económica que
se está viviendo en la zona euro, fruto de una pésima gestión en parte de los
países afectados, y en parte por la necesidad de cambios sistémicos en los
mismos que se han comenzado pero aún están por dar los ansiados frutos,
requerían duras medidas de ajuste, pero como en todo, la polarización exclusiva
de ajuste observamos que lleva al colapso económico por la caída de la
actividad económica en los países que están bajo las duras medidas de recortes
públicos impuestos por Bruselas –ante la imposición del eje francoalemán-. Lo
cual pone de manifiesto la necesidad de acompasar las medidas de austeridad
financiera con medidas de incentivación de la actividad económica para el
necesario crecimiento de esta, y poder evitar así el colapso financiero que se
atisba de seguir insistiendo sólo en el parámetro del ahorro.
Sin embargo, esta última precisión
no parece ser del todo compartida por el gobierno alemán, que pretende unos
ajustes duros que hagan retornar pronto la normalidad a los mercados, y sobre
todo que la banca alemana (los grandes acreedores europeos) recuperen con
normalidad y prontitud sus créditos y reduzcan así su exposición al riesgo del
impago. Pero por la vía que discurren los acontecimientos no parece que esto
último lo tengan del todo garantizado. Y a los hechos nos remitimos con el caso
de Grecia al borde del abismo, por no haber podido asumir las duras condiciones
inducidas por Alemania –que no debería olvidar su pasado histórico reciente con
las deudas del Pacto de Versalles al término de la I Guerra Mundial, ni el
alivio que representó el Plan Marshall tras la II Guerra Mundial-.
Por todo ello, las voces se están
alzando en el viejo continente contra este estado de cosas, que representan
también cierto grado de insolidaridad. Y entre estas, resulta destacable la
anunciada toma de posición del nuevo presidente francés Francois Hollande, en
referencia a la necesidad de generar políticas de ayuda al desarrollo, de
incremento del crecimiento económico para evitar el previsible colapso de
algunos países de la zona euro.
Siendo así, cabría preguntarse,
si esta iniciativa política a alto nivel, no sería realmente un resurgimiento
de la socialdemocracia europea, tan necesitada últimamente de liderazgo y sobre
todo de transmitir un mensaje coherente alternativo al planteamiento de la
derecha liberal que se ha venido imponiendo en el ámbito europeo en los últimos
años, y cuyas recetas para salir de la crisis, parecen pasar solo por la
austeridad, arrastrando con ellas derechos sociales y laborales del denominado “Estado
del Bienestar Europeo” de la postguerra, e incluso cuestionándolo abiertamente
en perjuicio de la clase media y trabajadora que en el último lustro se
generaron con el desarrollo, la paz y el progreso de Europa.
Llegados a este punto de avaricia e insolidaridad de la clase política , hay tal decepción en nuestras mentes, que cuesta trabajo pensar que pudiera existir un político medianamente honrado, que se ocupase de la única labor que le concierne, el bien común.
ResponderEliminarNo obstante, ojalá tengas razón, porque los que sujetan la pirámide están desfallecidos y muchos, muchísimos ya han caido.