miércoles, 19 de septiembre de 2012

SANTIAGO CARRILLO FIGURA CONTROVERTIDA CON LAUDATORIA DESPEDIDA



La muerte de Santiago Carrillo Solares, ex secretario general del PCE y ex diputado, ha tenido un amplio eco en el foro político y en los titulares de prensa de la actualidad nacional, eclipsando por unas horas las habituales noticias de la crisis económica y la retirada de la Presidenta madrileña de sus cargos públicos.
Santiago Carrillo se ha marchado, casi centenario, con una historia de novela –especialmente la concerniente a su papel en la Guerra Civil, su posterior actividad en el exilio y su reentrada en la vida política española-; pues su biografía posterior es mucho más conocida para el gran público.
Resultando muy controvertida su participación en la Guerra Civil, que en razón de su cargo político comunista se le atribuyó una importante participación en uno de los hechos  execrables de la represión comunista en Madrid, como fue la matanza de Paracuellos del Jarama, que según lo históricamente datado resultó ser el producto de una saca carcelaria en virtud de la cual, presos políticos de derechas, tradicionalistas, falangistas, católicos y afines, eran calificados de antirrevolucionarios, disponiendo su eliminación física. Si bien, la historia recoge idéntico tipo de comportamiento criminal en ambos bandos beligerantes en la contienda civil; aunque ello ni exonera las responsabilidades -enjuiciadas y no- que hubieran podido existir en los dirigentes de ambos bandos, ni le quita gravedad a ese tipo de hecho criminal. Carrillo nunca reconoció ningún tipo de responsabilidad en tales hechos, y no ha llegado a demostrarse esta fehacientemente, por lo que siempre quedará la duda.
En la España de Franco, Carrillo era un personaje siniestro, perseguido. Hecho injusto si se ceñía a sus ideales políticos. De hecho la auténtica oposición al régimen franquista radicaba básicamente en el PCE en el exilio y en dos personajes del mismo (Dolores Ibarruri –“la pasionaria”- y Santiago Carrillo) pese a existir otros personajes importantes como Lister y el Gobierno Republicano en el exilio mejicano –distinto y distante del PCE de Carrillo-.
El exilio de Carrillo en países de la órbita soviética, y su residencia en Rumanía como huésped del odiado Ceacescu, siguió siendo un “exilio dorado” pues era de la elite política comunista y desde luego no parece que viera nunca la miserable vida que reportaba ese “paraíso” al pueblo confinado a vivir forzosamente en un régimen totalitario y liberticida como lo fue el comunismo.
De su estancia en París con la proximidad a Berlingüer, y la revolución de mayo de 1968, no sabemos si por convicción –a raíz de una evolución del pensamiento y de la constatación del fracaso del régimen totalitario comunista del Este de Europa-, o por puro pragmatismo –porque en la biografía de Carrillo hay bastante de pragmatismo adaptativo y posibilista-, editaron un nuevo comunismo de rostro humano, más democrático, participativo y no totalitario con su planteamiento del “eurocomunismo” (aproximación o más bien reedición del socialismo europeo, aprovechado el alineamiento de este en la socialdemocracia), si bien este nuevo planeamiento generó tanto escepticismo como nuevos seguidores. Pero esta fórmula ayudó tanto a Carrillo como al nuevo régimen democrático a llegar a un provechoso, razonable y justo entendimiento, que conllevó la legalización del PCE en España, con unas condiciones previamente pactadas que descafeinaban tanto el formato que llegó a tropezar con parte de sus bases -especialmente las históricas- en el reencuentro tras cuarenta años de dictadura interior y exilio exterior.
¿Fue Carrillo esa figura política imprescindible para el retorno de la democracia, que tanto se glosa en el día de hoy?. No cabe duda que fue decisiva su colaboradora y adaptativa actitud, y por consiguiente, se pudo llegar a un más que pragmático acuerdo de cerrar la tragedia de la Guerra Civil y mirar al futuro con una nueva España democrática libre y con amplitud participativa; y naturalmente contribuyó a reconducir a la izquierda más activista y mejor organizada, evitando conflictos políticos, sociales y de orden público. Por consiguiente, hay que reconocerle el papel que jugó en pro de la normalización democrática de la vida española, e incluso de democratizar una ideología comunista –cuyos referentes totalitarios no la hacían un buen compañero de viaje en la nueva democracia española-.
De su etapa de diputado hay que reconocerle su actividad parlamentaria, sus dotes oratorias singulares, su olfato político, la contribución al movimiento obrero con la inestimable participación de otro histórico comunista, Marcelino Camacho,  que llevaron a su sindicato de la órbita filocomunista, CCOO, a liderar el sindicalismo adelantando al histórico UGT, de ámbito socialista, liderado por Nicolás Redondo, que tuvieron el acierto de llevar a cabo la unidad de acción sindical, en años especialmente duros en las áreas política, económica y social.
Siendo muy significativa su valiente actitud en el nefasto episodio del 23-F, que tan gran reconocimiento le valió, tanto a él como al General Gutiérrez Mellado y al Presidente Suárez.
Sin embargo, pronto el liderazgo del viejo político comunista empezó a cuestionarse en el seno de su propio partido, apareciendo la nueva formulación de IU –en la que se diluyó el PCE- por estrategia del marketing electoral, sobre todo con la caída del bloque comunista del Este de Europa. A partir de lo cual, vinieron las críticas internas –que se hacían externas-, los reproches personales entre camaradas, y el alejamiento de Carrillo de la vida política activa, aunque no dejó de participar en tertulias radiofónicas y en actos afines, haciéndose cada vez más patente el alejamiento de su colectivo, e incluso en cierta medida de algunos postulados ideológicos. Sin embargo, sus antiguos compañeros lo han despedido con la dignidad que les merece un político histórico relevante, aunque alguno no haya disimulado el distanciamiento. Lo que paradójicamente lleva a que hayamos apreciado incluso más calor humano en su obituario de formaciones de derechas que en algunos de sus excompañeros. ¡Así es la vida..!.
Aunque en términos generales, se ha cumplido lo que habitualmente se dice, que ante un fallecimiento suele haber coincidencia generalizada en el recuerdo benévolo sobre la persona que marcha. Sin embargo, creemos conveniente reconocer que en la extensa e intensa biografía de Santiago Carrillo concurren tanto luces como sombras, que en su día la historia iluminará con más claridad y mejor perspectiva. ¡Descanse en paz…!.

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