domingo, 19 de mayo de 2013

PP Y PSOE SUPERADOS POR LA CRISIS



La crisis económica ha levantado la latente crisis política, que se agravan por mutua retroalimentación, dado que la ineficacia de las Instituciones democráticas españolas agravan el problema que se generó en el ámbito económico al mostrarse incapaces de dar soluciones eficaces e ir perdiendo progresivamente el apoyo social.
Y es que la crisis económica, al activar la subsiguiente crisis política, ha puesto de manifiesto que el sistema político de la transición está agotado. Algo así a lo que le sucedió al sistema de la restauración canovista, que con el transcurso del tiempo se mostró superado por los acontecimientos políticos y las demandas sociales.
El razonamiento es de “cajón de madera”, ya que se diseñó una democracia limitada, con una ley electoral que primaba los partidos mayoritarios –y por excepción, o mejor concesión a los nacionalistas catalanes y vascos- también a los nacionalismos periféricos, siendo así que el sistema de hecho acababa siendo –como lo ha sido- bipartidista con acceso al gobierno del PSOE- PP, tolerando los “feudos soberanos” de los nacionalistas catalanes y vascos, con los cuales se ha negociado y transigido a extremos peligrosos para la unidad del Estado, como estamos evidenciando con el discurrir del tiempo.
Naturalmente, el sistema requería incorporar de facto a los poderes fácticos más influyentes (Patronal, Sindicatos más representativos, banca, y grupos de prensa de oligarcas políticos –económicos), los cuales, en un pacto tácito, no escrito, han ido sosteniendo el sistema durante estas tres décadas.
De tal manera que el sistema reflejaba las formas del viejo sistema canovista de la restauración, al tiempo que incorporaba un peculiar corporativismo –a modo franquista- institucionalizando a algunos de esos poderes fácticos (especialmente a la CEOE, a UGT y CCOO para los que los presupuestos generales del Estado siempre han contemplado pago por servicios prestados, de una u otra forma). Tal es así, que el sistema financiero que dependía del Estado (Sistema de las Cajas de Ahorro, que ha zozobrado con la crisis económica) hacía reparto de su poder entre los políticos mayoritarios, la patronal y los sindicatos –que ahora patética e irresponsablemente dicen que no estaban convenientemente informados del estado real de las entidades de crédito y ahorro-.
Por tanto, no es de extrañar que ante la potencial quiebra del gran parte del sistema financiero de cajas de ahorro, hayan hecho “piña” todos en defensa del rescate, o sea de la socialización de las pérdidas, con algún que otro artero disimulo, pero lo cierto es que se ha cargado al país con una deuda  superior a los 282.000 millones de euros por la operación rescate a la banca  (entre créditos europeos, ayudas del FROB y avales públicos), que los españoles no teníamos por qué asumir, pues eran deudas privadas.
Además de los centenares de casos de corrupción, de una justicia que no responde ni con rapidez ni con eficacia a enjuiciar, corregir y sancionar estas conductas.
Y sobre todo, con una evidencia, genuina de nuestra particular “democracia de baja calidad”, que resulta de la constatación práctica de la falta de división de poderes (quedando muy claro en los poderes ejecutivo y legislativo, y más que aparente en el poder judicial, ante la designación política del Consejo del Poder Judicial), junto con la dependencia gubernamental de la Fiscalía, que por su condición jerárquica actúa de forma vicaria.
Así las cosas, resulta fácil comprender cómo cualquier contratiempo de entidad, como lo ha sido la crisis económica, ha generado un auténtico tsunami en un sistema agrietado. Pues para acabar de componer el cuadro político-institucional de la España de la transición, nos falta por referirnos al novedoso ingenio autonómico, que no sólo no arregló los problemas territoriales con Cataluña y País Vasco, sino que los ha agudizado y ha extendido un modelo de Estado casi ingobernable y financieramente inviable, pues sin ser federal, contiene 17 pequeños Estados defectuosamente articulados, que nos lleva a reconfirmar aquel diagnóstico orteguiano de la “España invertebrada”, en la que el nacionalismo catalán y vasco suelen conformar una particular “quinta columna” disgregadora de la necesaria unidad del Estado, distorsionadora hacia el interior y el exterior. Dificultando la gobernabilidad del país a extremos insospechados, que nos restan credibilidad exterior y generan el desaliento interior, pero que han sido consentidos como efectos del sistema por el bipartidismo del PP-PSOE, que en la oposición se fustigan en la plaza pública, para luego en el poder seguir idéntico guión.
Como idéntico ha sido el guión seguido por Rajoy cuando llegó a la Moncloa –con una mayoría ingente, que parece haber perdido en poco más de un año en el poder-, tras de haber criticado a Zapatero hasta el hartazgo, para luego continuar con el mismo recetario que aquel aplicó y que le reportó la mayor pérdida de votos del PSOE en la reciente democracia, y de la que aún no ha logrado levantar cabeza –quedando actualmente inhabilitados para una auténtica oposición y presentar cualquier alternativa creíble-.

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