domingo, 26 de mayo de 2013

EN EL DÉCIMO ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DEL YAK 42


Diez años se cumplen de la tragedia del Yak-42, que traía tropas españolas de regreso de una misión exterior a nuestro país, y se estrelló en territorio turco. Tragedia que con 62 víctimas mortales –militares españoles- más la tripulación, perdieron la vida en un desgraciado accidente.
Posteriormente se vinieron dando informaciones que apuntaron sobre una más que dudosa gestión en los fletes aéreos de este tipo de misiones, por su costo, y cesiones de servicios contratados, sin que tales hechos se estimaran que tuvieran relación causal directa con tan fatal accidente, sino con una gestión que no parecía ser muy exigente por parte de los responsables del Ministerio de Defensa, por lo que se imputó por un supuesto delito de imprudencia grave con resultado de muerte, sin que recayera condena penal sobre ellos, a un contraalmirante y  a un general, posteriormente recompensados con ascensos. El primero fue ascendido por Trillo a vicealmirante en septiembre de 2003. Y el segundo,  fue promocionado al empleo de teniente general en diciembre de ese mismo año. Ambos fueron dos de los responsables de contratar los vuelos para la recogida de tropas de Afganistán como que el que acabó con la vida de 62 militares. 
Y si cuanto menos torpe, o relajada, fue la gestión de los fletes, no menos torpe fue la acelerada repatriación de los cadáveres, que conllevó inhumanos errores de identificación –que añadieron dolor al profundo trauma de las familias de las víctimas- y que pusieron de manifiesto un trabajo de chapuza, que al parecer trataba de congraciarse con las órdenes políticas de no demorar las gestiones de repatriación y dar rápida sepultura al aciago accidente. De ahí que se enjuiciara a mandos del Ministerio de Defensa, por tal motivo, quedando la responsabilidad circunscrita –a modo de “cortafuegos”- en el general al mando de la misión de identificación y repatriación de cadáveres, al que la Audiencia Nacional condenó a tres años de prisión por identificaciones erróneas de 30 de los 62 cadáveres, y a un comandante y un capitán condenados a un año y medio de cárcel.
El Gobierno de Rajoy –al poco de acceder al poder- indultó al comandante y al capitán de la pena impuesta, no así al general que ya había fallecido.
En el juicio en la Audiencia Nacional quedó en el ambiente la presunción de que desde Madrid se les ordenó la urgente repatriación para la celebración del funeral de Estado dos días después, por lo que los abogados de las familias de las víctimas pidieron que se investigara tal extremo, incluso que se dieran los nombres de los autores intelectuales de tal hecho, que habían sacado supuestamente un beneficio político con dar rápido entierro y carpetazo al lamentable accidente.
Trágico y triste asunto, que además aparece emboriado por una torpe y relajada gestión de Defensa, que entraña una de las gestiones más desgraciadas del Gobierno de Aznar-que debió de haber cesado a la cúpula del Ministerio de Defensa, incluido a su titular Trillo-, y que el actual equipo del Gobierno al frente de Rajoy no parece haberse planteado un homenaje en recuerdo de aquellas víctimas.
Entre tanto, en una historia sórdida –como todas las de las calamidades gestionadas por mediocres- se ha dado una inmoral e incongruente acción de recompensa (ascensos varios e indultos) con la de castigo (condena penal, para los únicos reconocidos culpables de una recogida frenética de cadáveres siguiendo órdenes superiores, según se dijo por alguno de ellos); entre tanto, de la responsabilidad política ni rastro, pues el entonces ministro de defensa, no sólo no fue depuesto, sino que su recompensa –para continuar en la política activa- ha sido su discreto retiro a la cancillería española en Londres.

¡Descansen en paz, todos los que perdieron la vida en tan trágico suceso…!.

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