martes, 20 de agosto de 2013

MARGALLO, O EL “GALLO DE MORÓN”


El Ministro García Margallo desde que se encargó de la “cartera de exteriores” está coleccionando una serie de incidentes diplomáticos, a cual de mayor entidad, que pone de manifiesto su inadecuación para llevar la política exterior española, como ya pusimos de manifiesto desde el mismo día de su nombramiento. Así incidentes con Argentina, Bolivia, Venezuela, Marruecos –en el caso del listado de indultos-, y ahora con el Reino Unido, por el contencioso de Gibraltar, hacen un elenco de affaires que nunca debieron darse en los torpes y broncos términos planteados, para finalmente tener que envainársela.
El caso argentino con la expropiación a una empresa petrolífera española de su propiedad en petróleos argentinos, que motivó una fuerte contestación del Ministro Margallo contra el gobierno argentino, con amenazas de represalias, que hizo que se montara una bronca entre los gobiernos español y argentino, elevando la tensión diplomática con mutuas amenazas, pronto cesaron y quedaron en nada, o más bien, en la continuación de la iniciativa expropiatoria argentina, frente a las amenazas gubernamentales españolas de Margallo, que como un bisoño se entregó a una lucha dialéctica que no pudo concluir en hechos, dada la existencia de importantes intereses económicos de grandes empresas españolas en el país del cono sur americano. Aparte, que el canciller español debe de atender a los intereses generales de España en cualquier acción exterior que emprenda, pues éste no es el gerente de la empresa expropiada –que en definitiva entraña intereses particulares, por muy española que sea-.
Por su parte, el caso venezolano –aún vivo Chávez, como después de su óbito-, la locuacidad de Margallo le llevó a reprochar acciones de política interior venezolana, que ya sabemos que no es un ejemplo  de democracia, pero que atizó innecesariamente la sensibilidad política del gobierno bolivariano, como sucedió también con su ofrecimiento para mediar en el proceso electoral último entre el partido chavista y la oposición, que motivó el duro y ácido rechazo del presidente Maduro al canciller español y a su gobierno.
Como también fue de enorme torpeza el incidente con el vuelo del presidente boliviano Evo Morales, en que actuó rendido a la seducción yanqui para hacerles el trabajo sucio, y del que tuvo que pedir perdón al presidente Morales.
Y  si faltaba poco, ha bastado una intolerable acción del británico-gibraltareño Picardo hundiendo bloques de hormigón en aguas de la bahía gibraltareña para evitar la pesca costera a los pescadores españoles de la zona, para que de nuevo Margallo saltara como un resorte reactivando las demandas soberanas españolas en la Roca, activando medidas paralelas de presión en el control fronterizo, anunciando la implantación de una tasa fronteriza, la acometida contra los barcos gasolineras gibraltareños, la lucha fiscal que evite la consolidación como paraíso fiscal de la colonia, etc; para seguidamente, empezar un descenso de la escalada verbal con invitación a mediar a la UE (que ya ha avisado de la ilegalidad de varias de las medidas propuestas por el gobierno español: imposición de tasa fronteriza, la acción contra los barcos gasolinera, y los controles fronterizos), pues de las propuestas de atajar el paraíso fiscal gibraltareño cada vez se oye hablar menos. O sea, que nada de nada, otra vez.
Así con tales ejemplos, que son hechos de “arrancada de caballo, y parada de burra vieja”, no parece que los intereses españoles estén lo suficientemente defendidos, sino por el contrario, aparenta cuanto menos una imprudente acción cada vez que se arranca con una descarga histérica ante cualquier incidencia de ámbito exterior que pueda tener una repercusión a España o a los españoles, para después de la elevación del tono acabar asumiendo el “frenazo y marcha atrás”, muy contraproducente en el ámbito de las relaciones internacionales, pues quita solvencia, seriedad y credibilidad.
Por consiguiente, parece más que necesario que el presidente Rajoy vaya planteándose el relevo en la cancillería española del Ministro Margallo, pues como dijimos en su nombramiento, su experiencia como eurodiputado no parece suficiente para regir la política exterior española, ya que más allá de la UE existe mucho mundo con el que hay que mantener unas fluidas relaciones diplomáticas que faciliten el entendimiento comercial y político, así como el alineamiento exterior en intereses internacionales que puedan ser comunes. Y sobre todo, como dicta el sentido común –que no parece ser el más común de los sentidos-, no se debe comenzar ningún conflicto si no se puede ganar o sostener con honra y razón. Algo que ya tenían claro hasta los “Tercios de Flandes” en cuyas espadas lucía la leyenda “ni desenfundar sin razón, ni enfundar sin honor”.

No atender a tales razones, da lugar a actuar como el “gallo de Morón” (“sin plumas y cacareando”).

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