jueves, 28 de agosto de 2014

LA CIVILIZACIÓN FRENTE A LA BARBARIE DEL ISLAMISMO RADICAL


El mundo está asistiendo a un incremento de la violencia brutal, tribal y hasta supersticiosa de un islamismo radical, frente al cual el mundo civilizado no puede permanecer impávido, so pena de ser victimizado por los nuevos bárbaros del S.XXI.
La violencia, la brutalidad y el cainismo ha sido una constante en la historia humana, que por desgracia desencadena espirales violentas, la mayoría de las veces de forma irracional en un odio a lo diferente, y en otras ocasiones en una especie de ira vengativa inacabable. Aunque creíamos que lo habíamos visto todo. Incluso en el S.XX se llegó a creer en el progreso y el bien de la humanidad, pero tal pensamiento se desvaneció después de las dos guerras mundiales más crueles que vivió la humanidad, en que toda la maquinaria técnica y del progreso se puso al servicio de la destrucción criminal del hombre por el hombre.
De nuevo, el resentimiento ha sido fecundado por intereses diabólicos y está alcanzando niveles de bestia que se escapa de las manos y que morderá a los propios que le han dado de comer y la han utilizado en sus perversos intereses geoestratégicos de algunas zonas del planeta. Para ello, so pretexto de la defensa de una determinada cultura y un determinado pueblo oprimido (precisamente por aquellos que han alimentado a la bestia), y hasta usando impúdicamente el nombre de Dios, se han lanzado en una guerra sin cuartel, que ha pasado de la difusión del peligroso y sangriento terrorismo internacional de Al Qaeda a la proclamación unilateral de un Estado Islámico, que evocando los califatos medievales, pretende erigirse en un nuevo califato a la conquista de territorios perdidos que pasan por la cuna de la civilización mesopotámica (destruyendo países actuales como Irán, Irak, Siria –que ya tenían sus propios demonios internos-) para seguir contra el tradicional enemigo hebreo, pasando por el norte de África y llegando hasta la antigua Al Andalus.
Tal hecho, que en otro momento podría tomarse como mera bravata fanática, en la actualidad hay que empezar a tomárselo en serio, especialmente por parte de Occidente, si no se quiere que la desestabilización política, económica y social se extienda. Baste contemplar la situación de violencia interna y falta de estabilidad de no pocos de los países norteafricanos de la cuenca mediterránea (desde Egipto, Libia, Túnez, Argelia y hasta Marruecos), sin contar con los problemas tradicionales en Israel, Siria, Irak, Irán, El Líbano, Afganistán, Pakistán, etc., y su efecto contagio cada vez mayor. Frente a la aparente calma de algunas de las monarquías árabes del Golfo Pérsico, de donde se dice que parte el soporte financiero de esta creciente bestia belicosa.
Tras la proclamación del Califato Islámico Independiente en el norte de Irak y parte de Siria, estamos asistiendo a una escalada cuantitativa y cualitativa de la violencia real y potencial, en una zona estratégica del planeta (por las reservas petrolíferas), donde hay cronicidad de conflictos que acabarán reactivándose, donde el proceder de estas fuerzas beligerantes –contra toda la legalidad internacional, y por supuesto, sin el menor respeto a los derechos humanos- están masacrando a civiles por razones étnicas y religiosas, forzando conversiones religiosas, esclavizando a mujeres y niños, tomando por la fuerza y destruyendo poblaciones civiles. Ante lo cual, el mundo no puede dar la espalda.
Ya se tiene sobrada experiencia histórica que la “prudencia-cobarde” suele ser la peor de las respuestas, pues la bestia se crece y el daño se multiplica. Por lo que Occidente y Oriente (el mundo civilizado) ha de frenar este despropósito, no podemos dejar a EEUU solo para que le saque las castañas del fuego al mundo, Europa ha de colaborar, junto con China, Japón, Australia, y demás países decentes. Incluso el propio ámbito cultural y étnico del que ha surgido esta reacción violenta debería estar interesada en aislarles y rechazarles, pues les hacen un flaco favor el que se les llegue a confundir con ellos por extensión de etnia o religión. Islam no es fanatismo, aunque haya gente que se haya fanatizado, como ha sucedido en otras religiones y en otros tiempos.

Por consiguiente, por razones humanitarias, de defensa de los derechos humanos, y por un mundo más libre y justo, la ONU debería promover una acción conjunta para frenar estos actos de barbarie y pretensiones belicistas y/o terroristas.

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