lunes, 11 de octubre de 2010

LA FIESTA NACIONAL Y DÍA DE LA HISPANIDAD


Celebramos un año más la fiesta de la hispanidad, también “fiesta nacional española”, sin embargo no es este un año más, especialmente en lo concerniente al desarrollo de la nación española, precisamente el año en que el Tribunal Constitucional ha declarado la inconstitucionalidad de buena parte del Estatuto Catalán, y en el que la cesión permanente y progresiva de las competencias del Estado sobre las autonomías, especialmente la catalana y vasca, han ido horadando la entidad estatal de forma preocupante. Pero también ha sido el año del triunfo de la Selección española de fútbol en el Mundial, que tanta alegría y honor ha dado a la población española.
            La cesión competencial por el Estado nacional, que en algunos casos supone cesión de soberanía no declarada, y su progresivo adelgazamiento, se da en un doble nivel, de un lado hacia los mesogobiernos autonómicos –cuyo creciente proyecto, en el de los movimientos nacionalistas catalán y vasco, ni siquiera contemplan el hecho de la nación española, pues afirman que nación ya es Cataluña o el País Vasco, y así lo pretenden-; pero por otro lado también apunta hacia la UE, cuya gestación a modo confederal, supone no menores cesiones de soberanía a favor de Bruselas, especialmente en política económica que tanto condicionan la gobernanza actual. Quedándose así el Estado español, confrontado entre dos realidades emergentes que le restan espacio vital, en el interior (autonomías) y en el exterior (UE).
            Quizá a esta situación también ha contribuido una transición, en la que se pactaron inocentemente cuestiones que no deberían de haberse dado, de un lado estaría el famoso Título VIII de la Constitución, auténtica “caja de pandora” del ulterior desarrollo expansivo autonómico, y de otra parte, el sistema de proporcionalidad electoral –tan considerado con las minorías, que no hace justicia a las mayorías, pues elude aquella regla democrática primordial de “un hombre = un voto”, ya que a la hora de su cómputo no se le da el mismo valor al voto según determinadas circunstancias de concentración geográfica-, dando lugar a mayorías absolutas, en unos casos, o mayorías simples inestables, que buscan su perpetuación en pública almoneda de nacionalismos disolventes que otorgan sus apoyos a cambio de cesiones que contravienen la esencia misma del Estado nacional, como ha sido la última cesión del PSOE al PNV en materia de seguridad social y desempleo.
            Por consiguiente, se esperaría de este día de la “Fiesta Nacional” algo más que un desfile militar y una audiencia real, bueno sería programar una campaña de celebraciones –como el 4 de julio norteamericano, o el 14 de julio francés- donde la cultura española de amplio bagaje y contenido histórico estuviera presente en foros divulgativos, se explicaran y cuidaran los símbolos nacionales mucho más ante la ciudadanía, y se fueran conjurando los tópicos mezquinos antihispanos y los complejos de sentirse español, de tener la ciudadanía española que otrora fuera el Imperio en cuyo territorio no se ponía el sol, que con el transcurso del tiempo, y especialmente en un S.XIX y mitad del XX, la mediocridad general de sus gobernantes dieron al traste con el legado secular que nuestros antepasados nos dejaron.
            De tal manera que actualmente, más que nunca se necesita reforzar el espíritu de la Nación española, aún contemplando la diversidad cultural, pero dentro de la misma empresa común que es España, debiendo cesar el crónico lamento de fracaso, de pérdida de identidad, en una reconstrucción de identidad nacional española, asumiendo que la ciudadanía española es importante para los que la tenemos, que debemos de llevarla con orgullo, y por ende exigir a nuestra clase política una regeneración social y moral, que lleve la igualdad de la ciudadanía a todos los españoles, sin privilegios territoriales medievales, que como tales son injustos por quebrantar el principio de igualdad nacido de los derechos de ciudadanía de la revolución francesa, y cuya plasmación constitucional no debe de burlarse por leyes estatutarias territoriales.
            Por último, este día de la hispanidad, debería tener un contenido mayor en los ámbitos institucional y social, como rememoración y hermanamiento con los pueblos hispanoamericanos, con los que un día compartimos patria, manteniéndose un alto nivel de contacto entre los pueblos hispanos a uno y otro lado del Atlántico. Siendo así, que debería de inspirar unas políticas de mejora de relaciones interestatales y comerciales, pues de igual manera que Inglaterra –con su proverbial pragmatismo- constituyó la Commonwealth, que tan buenos resultados le ha reportado, España no debería de dejar de promover una plataforma análoga de colaboración política, económica y social con los países hermanos de Hispanoamérica, con los que podría ser puente, a su vez, con la UE.

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